LÍNEA DE FONDO

Pedro / Ingelmo / Pingelmo@grupojoly.com

El cromo de Manolín Bueno

Hay estampas de la infancia que se quedan pegadas a tu memoria para siempre. Un repaso a algunas de ellas

YO le debo un artículo a Manolín Bueno y, como se lo debo, se lo voya a dar. Cuando nos cruzamos en el bar La Escalerilla, junto al estadio, Manuel se acerca a saludarme para hablar de algún artículo mío que ha leído en el Diario. Con esa amabilidad suya me dice que le ha parecido muy bien, pese a que hay artículos míos -lo sé yo y lo sabe él-que merecerían la legalización de la lapidación. Cuando ocurre esa escena, que no habrá pasado tantas veces, yo miro hacia abajo, le digo gracias Manuel y me quedo mudo, lo que viniendo de mí, que soy un parlanchín indomable, es un hecho reseñable. Lo que no sabe Manuel es que en ese bar, que fue un rito iniciático para mí en Cádiz, empapelado de fotos antiguas del Madrid, que es, al fin y al cabo, mi antiequipo, viajo en el tiempo. Casi todos los jugadores de sus paredes estaban en mis cromos. No creo que haya muchas cosas más sagradas que un cromo. Hay cromos que me han marcado, que perviven. Puedo citar a algunos que recuerdo como si estuvieran aún en mis manos, con la pose del jugador, con la textura de cartón de Ediciones Este, transformadas las cabezas en chapas. Uno de ellos es Rodilla, del Celta, no creo que nadie se acuerde de él. Yo solo recuerdo su cromo. Otro es Claramunt II (pronunciado Claramunt Segundo), del Valencia, que era más difícil de conseguir que Claramunt I. Y el portero argentino de Las Palmas, Carnevali. Va pasando el tiempo y esos jugadores han desaparecido de la memoria colectiva. Solo cuando charlas con gente de tu edad y los recitas tu interlocutor dice ah sí, pero recita otros cromos, los suyos, sus cromos mágicos. Lo que yo no le he dicho a Manuel es que recuerdo exactamente el momento y el lugar en el que entré con no más de seis años, una tienda que era como una cueva en el centro de Madrid, la tienda de la señora María, y mi madre me compró unos cuantos sobres de cromos. Rasgué el sobre y apareció él. Yo salté y corrí detrás de mamá buscando su atención. Mira mira mamá, Manolín Bueno. Por eso, Manuel, miro hacia abajo. Por puro respeto.

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