Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
SIEMPRE que pasaba por la Plaza de San Antonio me detenía a contemplar la hermosa y bicentenaria buganvilla que se asomaba por la ventana del Bar La Prensa en todo su esplendor. Era uno de los elementos singulares de esta ciudad que llamaron mi atención en las primeras salidas que hice tras mi llegada a Cádiz, por primera vez, hace ya muchos años. Cada vez que venía algún amigo a casa incluíamos en el programa una visita para conocer a esta peculiar buganvilla. Todos se admiraban cuando veían que su tronco salía de los mismos cimientos de la casa nº 5.
Llevada a los lienzos por pintores, como Urréjola, esta buganvilla ha sido admirada por muchas personas a lo largo de la historia de Cádiz, pero al parecer no por los propietarios del Bar la Prensa.
En varias ocasiones he sorprendido casualmente una poda de este ejemplar (casi siempre tendente a acabar con su vida) y quiero pensar que con buenas palabras más o menos hemos logrado atenuarla. Pero lo de ahora ya es demasiado. Me dicen que los podadores municipales (esa plaga que continúa su labor exterminadora cuando los árboles tienen la savia en plena circulación y albergan nidos entre sus ramas), que mutilaron los naranjos de la Plaza de San Antonio, una vez culminado el destrozo, arrasaron la buganvilla. Es posible.
Pienso en los dragos, en el de Puerta Tierra, en el del Tinte...; en la aeropana de la Plaza de Mina (probablemente tan antigua como el drago del Tinte); en las numerosas Damas de Noche que nos alegraban la vida por distintos puntos de la ciudad (taladas y/o arrancadas por el ejército de podadores que, en su ignorancia, las tomaron por matojos); en el único almez que hubo en la Plaza de Mina; en los hermosos melias talados en la Plaza de San Juan de Dios, que ahora estarían en todo su esplendor perfumando los atardeceres; en los olmos desaparecidos por numerosos puntos de la ciudad; en los plátanos orientales bárbaramente mutilados por la Alameda; en el centenario madroño de la Plaza de Mina; en el chirimoyo que hubo en la Alameda (talado porque no sabían lo que era); en los olmos de la Avenida convertidos en muñones ...
Cádiz es la ciudad de los horrores. Raro es el mes que no se consuma un grave destrozo en su patrimonio (arbolado o no). Nuestros munícipes ni saben, ni valoran, ni les interesa.
Creo que va siendo hora de poner en marcha una plataforma ciudadana que frene tanta ignorancia, tanto desastre, tanto desatino...
Para defender los numerosos elementos singulares, botánicos o arquitectónicos, que están desapareciendo de Cádiz, cuenten conmigo.
También te puede interesar
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
El salón de los espejos
Stella Benot
La Transición andaluza
Quousque tandem
Luis Chacón
Freislers y vichinskys
Brindis al sol
Alberto González Troyano
Fernando Savater