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Nihilistas

Desde el Gobierno de España y del Partido Socialista se alientan las ambiciones desmedidas de una serie de políticos

Vivir tantos años en democracia ha infundido en los españoles una excesiva confianza. Están convencidos de contar con un sistema político con fortaleza y garantías suficientes para impedir maniobras que lo debiliten. Sin embargo, hechos recientes desmienten tal optimismo. Además, el pasado reúne una buena serie de ejemplos de democracias consolidadas que, en confuso desvarío y sin más esfuerzos que los votos de sus propios diputados, fueron arruinadas y desposeídas de su soberanía. En España se asiste a un fenómeno que, por percibirse de forma dosificada, su carga letal no se ha hecho de momento visible. Parece como si todo se redujera a un juego de tahúres, nada escrupulosos que, con habilidad y cinismo, se reparten prebendas y poder. Nada irreversible todavía. Por tanto, el alarmismo se concentra en unas pocas voces dispuestas, por temperamento, a rasgarse vestiduras. Sin embargo, recordar el pasado siempre aporta enseñanzas, en este caso una buen guía puede encontrarse en los estudios de Leo Strauss sobre el nihilismo europeo. Este pensador explicó las causas que provocaron aquella actitud que derramó tanta violencia por la Europa de la primera mitad del siglo XX. Tal como ocurrió entonces, ahora, en estos días, también se comprueba que desde el Gobierno de España y del Partido Socialista, se alientan las ambiciones desmedidas de una serie de políticos, a los cuales la permanencia de la democracia en España no interesa nada. Y, además, las concesiones realizadas, día tras días, por Pedro Sánchez, les ha convencido que, esta vez, su utópica conquista de los cielos resulta posible. Estos personajes, sobre todo los separatistas, antes delirantes vendedores de falsas promesas, se han acostumbrado a salir siempre ganadores en sus chantajes al poder instalado en la Moncloa. Y cuando alguien, llegado el momento, les haga ver que tienen que entrar en razón, esa frustración será difícil de aceptar de manera razonable. Porque se ha incubado lo que Leo Strauss llamaba –al analizar aquella época europea– un nihilismo autodestructivo. Aquel virus también ahora puede infectar a los que la suerte de un tahúr ha convertido oportunamente en figuras destacables. Nunca hubieran soñado encontrarse en situación tan determinante. Pero a ese ensueño anacrónico habrá que ponerle fin. ¿Y cómo reaccionarán los que se creían llamados por el destino a ser los nuevos mesías y se ven descendidos de sus pedestales? Según Leo Strauss del rencor de aquellos frustrados nihilistas surgió la guerra y violencia que oscureció Europa.

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