Efecto Moleskine

aNA SOFÍA / PÉREZ- / BUSTAMANTE

Lorca en Sanlúcar

Era difícil no enamorarse de Federico García Lorca. Rafael Martínez Nadal, que lo conoció en 1923, ha contado muchas cosas. Por ejemplo, cuando Lorca llevó a unos amigos al Albaicín, a la calleja del Ladrón del Agua, y allí les mostró, a la luz de un farol, cómo bailaban en sus palmas extendidas las hadillas del agua. O cómo, mientras Rafael escribía a máquina los poemas de Federico, "él se pasaba una hora sentado al lado de la cama de mi madre que en aquellos días sufría una grave infección hepática: 'Doña Lola -le decía-, ya estoy aquí para curarla a usted poquito a poquito'. Y de cuando en cuando se ponía en pie y a unos diez centímetros de la colcha pasaba las dos manos extendidas sobre el cuerpo de mi madre. Y mi madre me confesaba luego: 'Pues mira, cuando Federico me pasa la mano y está conmigo me alivia mucho el dolor'". No menos amorosos son los recuerdos del chileno Carlos Morla Lynch, que lo conoció en 1929 y ha dado prolija cuenta de la alegría que sabía transmitir aquel "niño mimado de las hadas" (que acariciaba las plantas y que decía entender el lenguaje de los insectos) y de los momentos en que le asaltaba el temor de la muerte, la posibilidad del "no ser". Morla termina evocando su último encuentro con Federico: "Yo soy del partido de los pobres..., pero de los pobres buenos". Y luego, de repente: "¿Te gusta España?". La pregunta sigue sonando cuando Ian Gibson toma la palabra para inaugurar los 66 Cursos de Verano de la UCA. Gibson: ese irlandés extraordinario (nacionalizado español) que ha dedicado su vida a rescatar la de Lorca, y que dice que este sería el mejor lugar del mundo si nos supiéramos organizar. Días después, en los jardines del Palacio de los Guzmanes, en Sanlúcar, asisto a un milagro: un concierto de canciones populares musicadas por Lorca, y otras originales de Falla, a cargo de María Salvador, al piano, y Pablo Maestro, al clarinete. Huele intensamente a damas de noche. Los laberintos / que crea el tiempo / se desvanecen./ El aire es inmortal.

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