Feliz polisemia

Don Quijote nos dio la receta: leer las novelas de caballería con la pretensión de armarte caballero

Una cuestión latente de la que apenas se discute es la falta de sentido de la vida que se expande sinuosamente en la sociedad contemporánea. El gran zoco colorido de opiniones, conductas e ideologías puede dejar al individuo a la intemperie existencial. Alguien aislado, ¿puede darse, por sus propios medios, un objetivo vital y una cosmovisión coherente? La casi infinita apertura tendría que haber ido acompañada de una firme formación filosófica y literaria; pero ha sido todo lo contrario. De la política, no podemos esperar gran cosa, ni de unas comunidades decomisadas. Gregorio Luri, en La imaginación conservadora hizo el diagnóstico: "Pero si hay que acudir al terapeuta en busca de sentido, es que la politeia ha dejado de proporcionarlo. Y éste es nuestro auténtico mal: no sabemos cómo ganarnos nuestro fin".

La literatura valdría. No sólo leer para pasar el tiempo, sino como quien toma, en perspicaz expresión de Julián Marías, "vitaminas de vida biográfica", de modo que un sano sentido de emulación vigorice la realidad del lector. A don Quijote se le fue la mano con la dosis, pero nos dio la receta: leer las novelas de caballería con la pretensión de armarte caballero, siquiera de la caballería secreta.

Un cuento de Juanma Suárez, recogido en su libro Los tinteros vacíos no cuentan historias narra la estremecedora emoción de un repartidor de pizzas que tiene en tanta consideración a sus clientes que imagina que lleva su paquete a un palacio de elfos tolkinianos y que alegrará el banquete de los héroes y los poetas que se reúnen alrededor de un rey. Ese efecto sublimador de la realidad a través de las historias a cuatro manos de los libros y nuestra imaginación se conoce de sobra.

El acierto de Suárez es el título que ha puesto a su cuento: "La entrega". Es una muy feliz polisemia, porque aúna el hecho en sí de la pizza con el espíritu de la narración, que es el don que ese repartidor hace de sí mismo, al considerar tan honorables su trabajo y a sus excelsos clientes. La fantasía no es otro entretenimiento virtual más, sino una herramienta al servicio de los demás, como quería nuestro don Quijote que fuese su caballería andante a favor de viudas y huérfanos.

Me apunto a emular a Juanma Suárez. Hago entrega de este artículo, que es un mensaje secreto de vital importancia que llegará a los ojos de aquella dama o aquel caballero para cuyo corazón estaba destinado.

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