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Conspiravirus

A los conspiranófilos le digo lo que a todos: mantegamos las distancias

Me temo que el título de este artículo puede llamar a engaño al amable lector y es lo último que quisiera hacer. No es un artículo contra los que ven conspiraciones y oscuros intereses geoeconómicopolíticosociales detrás de la expansión del coronavirus. Creo que el ser humano quiere por naturaleza conocer y que ese afán es uno de los grandes motores de la Humanidad. Como todo motor, irremediablemente contamina un poco, pero es mucho mayor el beneficio que produce.

La forma de pensar es y ha sido siempre aventurar teorías y luego contrastarlas con la realidad a ver si resisten la dura prueba de los hechos demostrados. Lo normal es que no la resistan y se desmoronen como un castillo de naipes y, entonces, haya que pasar a otra hipótesis, y así. Incluso las tesis correctas permiten y requieren continuas correcciones. El origen, las causas, los medios de expansión del coronavirus necesitarán aclararse, como es lógico, por la natural curiosidad humana, para determinar la responsabilidad, en su caso, y, sobre todo, porque el conocimiento es fuente de seguridad. De manera que todos los que desarrollan alucinantes conspiraciones tienen mi simpatía y mi agradecimiento por tamaño esfuerzo intelectual y/o imaginativo.

Yo, por mi parte, paso. Uno da para lo que da y no se me da bien pensar mal de nadie ni tampoco construir castillos tenebrosos en el aire. A los conspiranófilos les digo lo que a todos en estos días: mantengamos la distancia de seguridad de un metro y medio y cada uno en su casa y Dios en la de todos. Uno, de la mano de Unamuno, clama: "Que contra-conspiren ellos". Entre mis libros de cabecera, destaca el elogio a la indolencia que hizo Mario Quintana, titulado La pereza como método de trabajo. Por tanto, estos días ya tengo bastante con concentrarme -de más fácil a más difícil- en mi confinamiento y el de los míos, en organizar el teletrabajo pedagógico, en mantener unos mínimos pedagógicos presenciales de mis hijos (con lo que hemos flirteado, ay, con el homeschooling, eh) y en que mi mujer no sospeche que desordenamos la casa. Además, he de seguir las noticias contrastadas, con lo que cambian y la falta de contraste, y he de mandar mis ánimos a los enfermos y sus familiares, a los servicios sanitarios y a las fuerzas y cuerpos de seguridad.

Pero que nadie confunda mi indiferencia con el desdén. Ni os metáis con los conspiranólogos y su esfuerzo incesante.

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