Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Yfue uno de esos días que te levantas despistado y sin saber qué día es, ni cómo te llamas. Algo que me preocupa, porque la herencia del Alzheimer la tengo muy presente. No obstante, rápidamente desperté de esa ofuscación mañanera cuando, al encontrarme con el Diario, observé sorprendido la imagen de mi admirada e inteligente alumna que fue, Patricia Cavada, a la sazón candidata socialista a la alcaldía isleña, en la visita que hacía a la alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, otra isleña de cartel, para tomar nota del diseño y puesta en práctica de su triunfante programa electoral. Y fue la clave de mi despertar, pues me di cuenta inmediatamente que ya era carnaval.
Era un día más de estos, tan fríos y grises. Me quedé en mi cierro y, desde ahí, me dispuse a atisbar el panorama. Y aproveché lo que acababa de ver -esa sorprendente y sugestiva fotografía- como inspiración para este artículo que mi fiel lector tiene delante. Porque la palabra "antruejo" no es un invento, es el sinónimo más leal que la RAE considera del término "carnaval". Un vocablo que siempre me ha llamado la atención, posiblemente por esa deformación profesional -dicen-, con una precisión extraordinaria y con una antigüedad mayor que su equivalente "carnaval". Definiéndose como "el conjunto de los tres días que preceden a la cuaresma", una forma lingüística tan común en viejos textos literarios y con curiosas variantes dialectales que aún en nuestros días se conservan. Descendiente directa de la palabra latina "introitus" (entrada) y utilizada más bien en el norte de España y concretamente en Galicia, a parte del portugués que también la conoce. Para nuestros predecesores, el antruejo era en definitiva el mundo al revés, la contradicción de la vida cotidiana y la búsqueda de la inversión total de valores. Por eso, en este tiempo estaba permitido hacer cosas que no lo estaban el resto del año e incluso podrían parecer de mal gusto. Vecinos y ciudadanos, hasta autoridades, debían plegarse ante faltas y desórdenes que en otros días tendrían que castigar. Consecuentemente, esa cultura llamada popular que era en la antigüedad muy poderosa, mientras la oficial y la religiosa eran más débiles, al llegar luego el radicalismo eclesiástico, las fiestas populares en las que la risa, la burla o la pantomima, que eran elementos esenciales, fueron consideradas como algo demoníaco, proveniente de los infiernos; en cambio, el rezo, el recogimiento y la oración eran considerados provenientes de Dios. Vemos, pues, como los términos antruejo, carnestolendas o carnaval, han servido y aún sirven para señalar al período festivo que preludia la llegada de la cuaresma. Y es más, este sustantivo al que aludimos, dio origen a la forma verbal "antruejar", con significado de "mojar o hacer otra burla en carnestolendas". Otra cosa es que el verbo, como su nombre predecesor, y lo habrá advertido mi sutil lector, suenan fatal, su fonética es poco agraciada. Digo yo.
Y volviendo al motivo que me originó toda esta monserga, auguro que, si se diera el hecho de que fuera elegida alcaldesa la señora Cavada -toque madera mi antruejado lector-, nos vemos hablando francés en La Isla como Lengua municipal, antes de que pase, si pasa, por la calle Real el fantasma del tranvía. "Je suis sûr".
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