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Tardó en llegar, pero, aun con suspense, llegó el pasaporte para el sorpasso en el Grupo 4 de esta Liga de Naciones. Una volea de Zubimendi que se tragó Schmeichel fue la llave que nos abría la puerta para el liderato de grupo. Y lo cierto es que fue todo más complicado de lo que se preveía ante un rival muy bien trabajado y con el que costaba Dios y ayuda romperle alguna línea de presión, con lo que los riesgos para Schmeichel no aparecían.
Indudablemente, la ausencia de Rodri se notaba, sobre todo por su peso específico y sus galones. Y quien más notaba esa ausencia era Fabián, que no encontraba la aguja de marear habitual. Y ausente Nico Williams, la disposición en ataque era asimétrica, pues Oyarzábal encuentra por dentro su zona de confort. No rompía a babor España y tampoco tenía su mejor noche Lamine, aunque siempre daba lugar a la esperanza cuando el balón iba al pie del genio barcelonista.
Coriácea Dinamarca mediante constreñir las distancias, con dos líneas perfectamente alineadas como frontón infranqueable, la ilusión del primer puesto iba diluyéndose hasta que a once minutos del final agarró Zubimendi una volea que alcanzó el valor de su peso en platino. Un gol que se hizo acompañar de esa inquietud que nos invade cuando el VAR entra al encuentro de una irregularidad que juegue en contra del equipo de uno y aquí la verdad es que no se sabía cuál había sido.
El gol llegó cuando De la Fuente acababa de cambiar la estructura del equipo mediante Álex Baena, Merino y Joselu. Cambios bienvenidos, euforia desbordada cuando el gol fue dado por válido y más aún cuando el checo Ivan Kruzliak dijo que ya estaba bien y que todos a la ducha. Un gol que pone a España en el lugar que le corresponde y que le permite mirar con optimismo la cita del martes en Córdoba con Serbia. El sorpasso era posible y se logró, tarde pero se logró.
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