
El Alambique
Libertad Paloma
Lenguaje nómada
Balas de plata
Ese es el eslogan, el mantra que repiten los ministros de Sánchez como si no hubiera un mañana. En el peor momento de la legislatura, con Pedro evitando las intervenciones públicas mientras cada día de cada semana sale una nueva noticia, grabación, correo electrónico o chanchullo mafioso a la luz, ha mandado hacer un refresco mental de todo lo bueno que el gobierno progresista ha hecho en los siete años que lleva en el poder.
Yo creo que es alpiste para el pájaro propio. Se trata de autoconvencer al votante, simpatizante o afiliado, horrorizado ante las prácticas de acoso y derribo a jueces, fiscales y a la mismísima UCO, de las bondades realizadas por Sánchez y los suyos en ese período de tiempo. Un tiempo de manuales de resistencia que, por cierto, se me ha hecho eterno, personalmente.
Reconozco que, al principio, Sánchez me sedujo. Partíamos de un aparentemente inepto Rajoy machacado por los casos de corrupción que no paraban de estallarle en la cara. Recuerdo haberlo visto en una entrevista, primero, y en un debate con Susana Díaz, después, y pareció fresco y creíble, apartado del viejo aparato socialista que tan bien habíamos visto funcionar en la Andalucía de los ERE. Incluso cuando ya dudaba de él, no podía dejar de tenerle cierta simpatía -quizá por aquello de nuestra mutua pasión por el baloncesto- ante las faltas de respeto y putadillas que le hacían Pablo Iglesias y su gente. Pero pasó de un posible pacto de centro izquierda con Rivera, al hoy llamado gobierno progresista con Podemos, Sumar, Esquerra, Bildu, PNV y cualquier grupo que fuera necesario para perpetuarse en el poder. Y ahí la cosa cambió.
Vimos a Sánchez vender la unidad de España, prorrogar sin fin los presupuestos generales del Estado, gestionar la pandemia Covid19 encerrándonos en casa, dosificando la verdad, y legislando a través de Decretos-leyes que fueron considerados inconstitucionales. Vinieron luego las bochornosas inundaciones en Valencia, huyendo del cortejo del rey como si hubiera sido herido de gravedad, aquel “si necesitan ayuda que la pidan”, el silencio obtenido frente al lamentable apagón de todo el país, y una reforma de la administración de justicia y sus procesos judiciales que está llevando al colapso -más aún- a los tribunales y operadores jurídicos.
Como en cualquier opereta, los actores secundarios cuentan, y mucho. ¿Qué fue de Adriana Lastra? ¿Cuántos se encuentran ya en Siberia picando hielo? Hemos sufrido una indigestión de Ábalos que solo se cura con Dalsy, de Koldo, de Jésica, de Begoña, David Sánchez y el aforado Gallardo, de "la Chusa" metiéndose un palmo y de Leire, ahora. La fontanera de Portugalete que niega serlo, pese a tener cara precisamente de ser lo que dicen que es.
Han sido siete años, sí, de gobierno, también. Pero progresista, digamos que no, precisamente no es progreso lo que deja la impronta de este período que ni lo hemos pasado en el Tíbet, ni nos ha acompañado Brad Pitt, aunque Sánchez se lo pueda creer. He de contestar a toda la propaganda antiescándalos -la que apoya los bulos que dice condenar, por cierto- que surfear una ola abundante no es lo mismo que intentar generarla en época de sequía. Han sido siete años, por siete años mas, dicen los ministros-pelotas. No sé si aguantaremos tanto.
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