Estamos casi en el Congreso de la Lengua, está probado que Cervantes y sus pícaros en las almadrabas de Conil, etimológico y nuestro, cuyo nombre deviene de la palabra conejo. ... el irlandés coinnín, el italiano coniglio, el neerlandés konijn, el occitano conil o el portugués coelho. Leyendo el Quijote, una vez más, en su humor soterrado al día de hoy, me río con los ejércitos de carneros, ovejas y caballeros visionarios que nos relata el autor.

Escribe Cervantes, que los ejércitos en confrontación, traen caballeros muy famosos, al estilo de las novelas del género caballeresco. Atacan de un lado y del otro, Micocolembo, duque de Quirocia, Brandabarbarán de Boliche. Alifanfarón de la Trapobana, Pentapolín o Lauricalco de la Puente de Plata… ¿La ínsula barataria de la Bahía de Cádiz, donde todo anda al revés, como los cangrejos y las bocas?

Dentro de los nombres sonoros que adjudica desde su imaginación, se desternilla manchándolos de étimos incómodos de entonces y ahora. Brandabarbarán de Boliche, por ejemplo, tiene un nombre onomatopéyico terrible y amenazante, nombre forjado a partir del prefijo latino brandere, que significa arder. Cervantes modifica el modelo de base Branda amplificando las aliteraciones en "B" (Brandabarbarán de Boliche) lo cual multiplica los efectos sonoros, que también se prolongan gracias a un sufijo aumentativo "án". De modo que literalmente este monstruo es el cuerpo en llamas de un bárbaro despiadado y cruel. Pero añade de Boliche que remite al juego y a las tascas. Paremiológicamente: "En Vilches, putas y boliches". Convirtiéndolo en un esperpento irrisorio total. Otro tanto de este proceso de inversión tenemos con el rey Pentapolín del arremangado brazo que es étimo de cinco veces asno de Pentapolín, cruzando además este tema de la necedad con el del rufián (significado de la voz polín en la lengua de germanía).

Pero sigue el sarcasmo, con el duque Alfeñiquen del Algarbe cuyo nombre significa literalmente hecho de alfeñique o enfermizo, o bien del duque Micocolembo, el mono soldado’ o del caballero Espartafilardo del Bosque denominado literalmente espada filatero; o bien del jefe de los paganos, el emperador Alifanfarón de la Trapobana llamado literalmente príncipe de fantoches. Taprobana era Ceilán y por metátasis Taprobona o Trapobana. Como la registran Cervantes y Lope de Vega.

Estos sarcasmos con pleonasmos que aún hacen reír, al menos a mí, Espartafilardo, esparraguero, Laurcalco, señor de la Puente de Plata: caballero cuyo nombre hace referencia a varios personajes de libros de caballerías y al refrán, a enemigo que huye, puente de plata. ¿Logar de la Puente del ínsulo baratario resultando ser nuestra Isla espartafilarda?

Puede ser. Los motes esplenden y han esplendido en la tauromaquia y en los pueblos. Motes jocosos muchos adheridos al torerillo que buscaba la fama en el conocimiento de su apodo familiar. Existe un arromanzado arroz que lo canta. Dice en un cartel que se fijaen la calle del espejoToros de Colmenar Viejo./ Matadores: Lagartijo/ Gallo, Lobito y Conejo./ Y uno que el anuncio ve/ así murmura enseguida:/ aseguro por mi fe,/ que eso no es una corrida,/ sino el arca de Noé.

Y es que entre famas con pies de plata, puentes de plata y alifanfarrones, el mundo isleño va al revés y el congreso de la lengua avanza.

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