Pedrocracia

Balas de plata

09 de junio 2025 - 06:00

La verdad es que me da lo mismo que haya habido 50.000 o 100.000 personas en la concentración de la Plaza de España de Madrid porque soy consciente de que no vale de mucho, prácticamente de nada, salvo para otorgar un halo de liderazgo centrista a Núñez Feijóo que, a estas alturas, ya tenía que tener bien amarrado. Nos hemos encontrado con una manifestación del Partido Popular en la que no hay banderas del Partido Popular y sí del país, dando a entender que lo importante es España y no un PP que no ve manera aritmética de desbancar a Pedro Sánchez.

Hay cierta simetría entre el momento actual y los últimos días de Mariano Rajoy como presidente del gobierno. Escándalo tras escándalo, filtraciones en prensa, manuscritos y mensajes de texto de móvil que han pasado a la posterioridad, como el épico “Luis, sé fuerte”. In ille tempore Sánchez fue tenaz y mordió en la yugular del gallego. Lo hizo de la mano, quién lo iba a decir, de José Luis Ábalos, que era el hombre fuerte del partido. Apoyado por los grupos políticos contrarios al concepto de nación integrada por comunidades autónomas, Pedro Sánchez realizó una moción de censura tras la que decapitó al líder popular, políticamente hablando.

Feijóo se esconde hoy en esta macroquedada de colegas en Madrid titulada “Mafia o Democracia” para salir en prensa, radio y televisión arrojando eslóganes como si fueran shuriken. Sin embargo, no puede ocultarse a nuestro entendimiento que lo que no quiere es gastar su última bala, la moción de censura, por si le hiciera falta de aquí a 2027. Si bien es cierto que convocarla iba a servir de poco, por no decir de nada, la fórmula correcta sería esa. Lo que ocurre es que estos mismos ministros-ultras que arrean fuerte, sin miramiento ni decoro, desde sus cuentas de X o micrófono en boca, los que dicen que reunir 50.000 personas para una manifestación es un fracaso, se carcajearían en el Congreso de los Diputados ante una moción de tan seguro resultado: ¿Mafia o Democracia? ¡Pedrocracia!, responderían.

Este es el problema que encontramos los que no somos afines a Sánchez, que vemos la imposibilidad material de su sustitución porque ha demostrado ser el número uno de la estrategia nacional. Siempre recuerdo aquella definición que de él hizo Pérez-Reverte y no dejo de asentir ante ella. Sánchez es una vergüenza para el socialista viejo, el de izquierdas, que acudía a la casa del pueblo a confraternizar con sus compañeros de partido, porque representa un nuevo modelo de político VIP, sin escrúpulos, con gustos caros y un manual de resistencia a prueba de escándalos. Y esos mismos veteranos tienen miedo de que afecte a sus reinos taifas la ola de indignación que remueve España con tanta causa abierta a Jésica, Koldo, Ábalos y Leire. Lambán, Page, Susana, Eduardo Madina, Tomás Sánchez, Lobato… nombres relevantes no hace mucho, y algunos aún hoy, muestran su preocupación, pero nadie acabará con la Pedrocracia salvo que sufra una traición interna, como tantas y tantas veces ha ocurrido en el pasado. Mientras tanto, se defenderá como gato panza arriba, y la culpa será del profe, que le tiene manía. Y el niño le pega al profe, que diría Tote King.

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