A estas alturas, hay generaciones que no saben que fue un Puerto sin motos, nacieron cuando ya las mismas eran dueñas, por unos días, de la ciudad. Aun así, como ocurre con todo, dicho evento se usa como arma arrojadiza, en algunas ocasiones, contra todo y contra todos en un vano intento de hacerlas desaparecer, una ilusión, que por suerte o por desgracia no depende de nosotros.

Nadie pone en duda, y no puede negarse, la ruidosa molestia que suponen, y lo digo desde la esquina de la Plaza de Juan Gavala, por lo que, en pleno centro, no tiene que contármelo nadie. Nadie duda de la basura que, sobre las ocho de la mañana, cuando por fin se callan, inunda las zonas mas calientes de la ciudad.

Las preguntas, a estas alturas, deben ser otras. Prohibir la entrada ya se intentó y supuso mayor caos, acotar las zonas minimiza el impacto, obligarlos a dejar las motos fuera fue un fracaso. Poner vallas resultó peor que una cárcel, ofreciendo un espectáculo apocalíptico. Sin embargo, poco a poco, y fruto de la experiencia, por la que han pasado todos, se va consiguiendo devolver a la ciudad un aspecto impecable en cada amanecer; las distintas policías van controlando, ojo que las únicas detenciones a las que asistí fueron de ciudadanos que se dedicaban a tirar piedras a los furgones de la Policía.

Es un problema difícil, nadie tiene soluciones mágicas, y por supuesto, nadie duda de que suponen un balón económico para la ciudad, evidentemente, para algunos, pues no faltan quienes dicen que ellos no lo notan, y no tienen por qué soportar todo esto.

Como decía, nos enfrentamos a una fuente de ingresos necesaria pero molesta, por lo que lo que tendríamos que ver es si quienes se encargan de gestionar esta ciudad supieron estar a la altura y minimizar ese impacto; si quienes somos parte de esta ciudad estuvimos a la altura de asumir, por el bien de muchos, las molestias sin que nos supusiera un riesgo para nuestras cotidianas y pacificas vidas; si los que vinieron, y dentro de que vienen a lo que vienen, supieron estar a la altura sin causar muchos destrozos.

Cada cual tendrá su experiencia, cada cual su opinión, respetable y, sobre todo, particular, pues creo que todos estamos cansados de visionarios dueños de verdades inmutables que intentan imponer su criterio.

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