En una columna titulada 'Portuense en Madrid' y ante la inminente recuperación de la movilidad entre comunidades autónomas, era inevitable tener que dedicar unos párrafos a esta cuestión. Con permiso de la RAE, sugiero un nuevo término, la “madrifobia”, el cual podríamos definir como el miedo de ciertos paisanos a la llegada del madrileño a sus playas, considerándolos posibles portadores del COVID-19, dada la incidencia de la pandemia en la capital.

Esta fobia parte de un antecedente importante: la desbandada de madrileños temerarios a segundas residencias o casas familiares, justo antes de que se decretase el estado de alarma. La suspensión de las clases universitarias y la opción del teletrabajo lo facilitaron. Otros muchos decidimos, por responsabilidad y respeto, quedarnos lejos de casa. Era obvio que en Madrid existía un contagio masivo. Había que evitar el efecto ventilador.

Ahora la situación es bien diferente. En Madrid, los contagios son residuales. Proporcionalmente, no tenemos una evolución peor que otras comunidades menos pobladas. Además, tras el 21 de junio, no existirá ningún impedimento legal.

Aun así, podría en parte entender el temor de mis vecinos portuenses. Si sirve de alivio, me gustaría hacer una reflexión. En Madrid hemos vivido un drama sin precedentes, con verdaderos hospitales de guerra y fallecimientos de personas cercanas. Si alguien se está tomando en serio las medidas de distanciamiento e higiene, esos son los madrileños. Todavía, y por muchos meses, tenemos el miedo en el cuerpo. En la TV han aparecido los “cacerolos” del Barrio de Salamanca y los niños de Instagram delante de la Embajada de EE.UU. Ellos no representan el clima de respeto por las normas que reina en la ciudad.

Así, partiendo de la base que seremos los más pulcros en las medidas, creo que es justo pensar en aquellas familias que, sin síntomas físicos, han sido también víctimas de la pandemia. Hoteleros, comerciantes y hosteleros necesitan que los madrileños vuelvan a estas zonas turísticas. Y más si cabe este año, que duramente podrán cerrar sin pérdidas. ¿Acaso ellos no merecen nuestra empatía?

A su vez, los que nos visitan cada año también son personas. Muchos de ellos serán sanitarios que han trabajado duro salvando vidas. ¿Acaso ellos no tienen derecho a disfrutar de un merecido descanso en nuestras playas? Personas que llevan años siendo fieles al verano de El Puerto y suponen una inyección económica indispensable para la ciudad.

Empatía, respeto y convivencia, con unas normas de higiene y distanciamiento social que nos protegen a todos. El verano en El Puerto es ya una realidad, y no hay motivo alguno para dejar a los madrileños fuera. Y mucho menos para que, los portuenses que vivimos en Madrid, no podamos volver a abrazar a nuestras familias.

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