El Alambique
Manolo Morillo
Miserables
Es un alivio que el uso de las redes sociales cibernéticas haya tocado techo y ya solo vaya para abajo. Niños y niñas en edad escolar aún quieren ser influencers en vez de astronautas y enfermeras como antes, pero a este ritmo van a tener que cambiar de idea y ponerse a estudiar. Cada vez se genera más contenido y hay menos público para verlo. Los influencers y youtubers están perdiendo seguidores a puntapala y van a acabar influyendo solo en sus mascotas.
Nos hemos dado cuenta de que informar, lo que es informar, los influencers informaban poco. Y si lograban acercarse a un tema noticioso, resulta que lo hacían mal, a prisa, sin fuentes confiables, con pésima redacción, sin profundidad, sin contexto, sin antecedentes, con agresividad, sin ética alguna. Es decir, que hacían lo mismo que los bots, generadores de fakes y periodistas profesionales, pero con un pelazo y mirándote a la cara. De repente, nos hemos aburrido de ver los videos de gente haciendo el canelo, cayéndose, haciendo twerking, marcando golazos, llorando, mostrando escote, pijamas, pies descalzos, copas de champán, atardeceres milagrosos, platos con reducción de vinagre fantástico. Nos hemos aburrido del scroll infinito, de masajear la pantalla del móvil con el pulgar, de darle a la ruedita del ratón como yonkies. ¿Te acuerdas?: Un reel más y ya apago, de verdad, solo uno más, espera, ahora, uno más, el último y apago, de verdad, uno más y termino, en serio. Nos hemos aburrido de los anuncios de cosas que apenas nos interesan. Parece ser que el algoritmo está empachado de cookies y ya no sabe qué ofrecerte, porque tus intereses son tan cambiantes que los datos con que juegan contigo son confusos y provoca respuestas surrealistas. ¿Por qué últimamente me saturaban con publicidad de una asociación de amigos de los ovnis?
Es un alivio ver el fin de las redes sociales cibernéticas, pero entonces, ¿qué será de Calleja ahora? ¿Qué hará el alcalde? ¿Cómo llegarán a la gente? ¿Tendrán que ponerse a hacer cosas?
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