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Crónica de San Juan de Dios

Melchor Mateo

mmateo@diariodecadiz.com

El Ayuntamiento más reparado

Intervención. El gobierno local ha convertido lo absolutamente excepcional en lo cotidiano de su gestión

El alcalde bebe agua durante un Pleno municipal.

El alcalde bebe agua durante un Pleno municipal. / Román Ríos

La huida hacia delante

Un alto funcionario de otra administración pero que conoce bien cómo funcionan los ayuntamientos se llevaba las manos a la cabeza hace unos días con la cantidad de los reparos que ha puesto el interventor a las facturas municipales por problemas de toda índole en los distintos contratos del Ayuntamiento de Cádiz.

El caso más sangrante es el de la limpieza que publica hoy este periódico. De todos los frentes que hay ahora abiertos, ese mismo funcionario ponía el foco en el asunto de los reparos y las consecuencias que puede tener para el equipo de gobierno y para el alcalde en concreto.

En una información de un periódico gallego la oposición del Ayuntamiento tildaba de escándalo que el alcalde hubiera pagado facturas por servicios por un importe de medio millón de euros. Aquí la cifra se eleva a los 13,5 millones de euros.

El Ayuntamiento de Cádiz ha normalizado una situación que debería ser excepcional y que dice mucho de su manera de gestionar, el talón de aquiles de un equipo de gobierno al que se le multiplican los problemas. Hasta en lo que se puede calificar como política de escaparate, salen las dificultades. Hablemos del Campo del Sur como ejemplo. El gafe sobrevuela San Juan de Dios.

El interventor utiliza precisamente esta figura por si en algún momento esas facturas acaban en algún procedimiento judicial o administrativo. Con esos reparos puede quedar libre de toda culpa porque puede defenderse con aquello de que “yo ya lo advertí”.

El problema que deriva de todo esto es que viene dado por el sempiterno problema de la contratación municipal y la acumulación de pliegos que no salen, de otros prorrogados hasta la saciedad y de algunos que llevan en una situación frágil desde el punto legal desde hace tiempo, como por ejemplo ha ocurrido con el punto limpio.

El alcalde levanta todos esos reparos para atender el pago de las facturas. No queda otra. La almendra del asunto es el sistema perverso, envenenado, la espiral interminable en la que se ha metido en una huida hacia delante hasta que no pongan al día los distintos servicios municipales. En algunos, como el citado de la limpieza, es ya una quimera y tendrá que esperar al segundo ciclo de Podemos o se lo comerá el que venga detrás.

El equipo de gobierno se muestra optimista con el futuro y de que todo va a mejorar. Y como Sabina, el pregonero, en su célebre canción, “y nos dieron las diez y las once y las doce”.

Llamada ‘okupa’

Okupas del mundo, dedíquense a entrar en edificios municipales porque seguramente no van a ser desalojados. Es más, con toda probabilidad conseguirán una cesión de uso temporal hasta que al Ayuntamiento se le olvide o se invente otra solución. Si eso va a ocurrir en la Casa de Cádiz en Barcelona, imaginamos que no se debería producir un agravio comparativo en cualquier otra propiedad municipal que haya en la ciudad.

El activista rumano que lidera el grupo de okupas quiere ser un grano en las posaderas de Podemos porque conoce bien las debilidades de un partido idealista que a veces se da de bruces con la realidad. En esa herida es donde está hurgando aprovechándose también del miedo a exponerse a un resbalón en uno de los temas considerados como una bandera por parte de Podemos. Y cometer un error en un momento en el que se han repartido ya las cartas de cara a las próximas elecciones municipales, podría tener consecuencias.

El agua y el aceite

Tal y como está el patio andaluz, con dos bloques muy marcados, el escenario tras las elecciones municipales puede deparar un destino maléfico. Si eso ocurre, va a ser muy interesante ver como se tienen que unir a nivel local el agua y el aceite si la aritmética de las urnas da la posibilidad a que si los socialistas no se unen a Podemos, pueda gobernar una coalición de la derecha como ocurre en Andalucía. A la gente de un bando y del otro se le tensa el rictus nada más que pensarlo.

Este ha sido un mandato en el que los enemigos más cruentos han sido precisamente los que podría estar, en la teoría, más próximos ideológicamente. Sin embargo, la relación ha ido más allá de la frialdad.

Lo peor es que para que haya más estabilidad habría que buscar otras fórmulas que deben ir más allá de un simple apoyo en la investidura, en forma de entrada al gobierno o de un pacto programático. Todo lo demás está condenado al fracaso y si piensan que puede funcionar, sólo hay que ver lo que ha pasado en estos cuatro años.

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