Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

La cara oculta de algunos es similar a la de los galápagos que, para protegerse, se enmascaran dentro de su caparazón creyendo que engañan al personal y que el paso del tiempo intervendrá para que se olviden de ellos. Pero no, la policía y los desengañados de la calle ni son tontos ni tienen mala memoria para según qué cuestiones.

A veces en la vida se acercan a uno las hadas de los cuentos que leíamos cuando éramos niños ofreciéndonos paraísos, pero resulta que ya no somos niños. Yo por lo menos no lo soy, y mira que me ha costado aceptar esto último a pesar de los años pasados. Si realmente somos conscientes aquí y ahora en lo que cada uno se ha ido convirtiendo a través de su devenir diario, quizás nos percatemos sutilmente que determinados personajes y acontecidos que nos rodean se asemejan más a películas de granujas y trileros, que a filmes de aventuras o de corte romántico.

Afortunadamente hace ya mucho tiempo que acepté vivir fuera de las películas de otros porque cada vez me las creo menos. A fin de cuentas pienso que es algo normal. Estamos rodeados de desconocidos. La vida es así. Si tratáramos de intimar con todos los que se cruzan en nuestro camino nos volveríamos locos. Lo que ocurre es que hay que gente que se esconde detrás de banderas alimenticias para sobrevivir, y no dudan en darles el cambiazo cuando le vienen mal dadas por un plato de lentejas con todos sus avíos. Pero claro, en el camino decepcionan a mucha gente buena, y eso lo llevarán clavado en sus espaldas hasta que desaparezcan del mapa definitivamente. Y más de una, y más de dos veces tendrán que agachar sus miradas si aún les alcanza la vergüenza.

Estos tipos no son de ningún sitio. No aman donde viven. Son maestros escapistas a lo Houdini que, ocultando sus caras, su caras más duras, engañan una y otra vez a quien se les ponga por delante con tal desparpajo que avergüenza tan solo recordarlo. Y siempre con la sonrisa en la boca cual muñecos diabólicos deambulando por las siete esquinas como si fuesen los nuevos Centinelas de Occidente. El Puerto sabe mucho de esto.

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