Esto se acaba

Hemos construido nuestro pequeño mundo de cosas insignificantes, de críticas políticas risibles y de políticos antipolíticos porque no bajan de las montañas ni los 'catalibanes' ni los otros que sean

Se acaba, esto se acaba. Hacemos el chiste de llamar "catalibanes" a los indepes y demás faunas nacionalistas radicales pero España no está amontonada en las entradas del aeropuerto del Prat ni han llegado a Barcelona los CDR en jeeps con kaláshnicov comandado por Cuixart, el talibanés; el ejército español no ha dejado la logística a la insurgencia… Se le pone un poquito de imaginación y ya está, la diferencia no sólo está en el burka ideológico que los "catalibanes" impondrían a charnegos y otros, la inmersión lingüística absoluta y el conjunto de cosas risibles y trágicas de las que no nos cansamos de hablar “en este viejo país ineficiente, algo así como España entre dos guerras civiles”, que dejó escrito el poeta catalán. Así es, pero nos despertamos horrorizados de la siesta a la espera de las nuevas dosis que llegarán en los telediarios de las nueve, hasta que nos asomamos a la ventana, salimos al balcón. Pasan los coches ajenos, los vecinos han sacado a sus mascotas a pasear provistos de botellas con líquidos limpiadores, bolsitas para las deposiciones perrunas y esas cosas necesarias y cívicas. ETA no ha vuelto a matar, ni Terra Lliure; la alcaldesa de Barcelona ha echado unas lagrimitas en público, porque le han dicho de to, arden algunos pinares, sigue vivo el poema de don Antonio Machado que habla del hombre de esos campos que incendia los pinares etc. En otros años la televisión en blanco y negro daría a una sonriente joven turista, alemana mismo, que era la número seis millones o yo que sé cuánto. Las cosas de Fraga, hacer muchos paradores, turistificar España, su gran éxito político antes del más grande aún, que fue no echarse al monte sino sentarse a hablar con el enemigo que ya no quería serlo; ha pasado el tiempo, ahora no sabría yo. Sí, esto se acaba. Digo agosto, lo que hay más allá de las ventanas y los balcones y los horizontes. Nos pasa que hemos construido nuestro pequeño mundo de cosas insignificantes, de críticas políticas risibles y de políticos antipolíticos porque no bajan de las montañas ni los catalibanes ni los otros que sean. En San Fernando han hecho posible que se vacunen mis nietos mayores, lo que estimo como un gran éxito de aquí, o sea, de Patricia Cavada, hasta donde sea que llegue. Vamos, desde Ana Mestre hasta Juanma Moreno y Pedro Sánchez. Y Bruselas. Si de vacunar se trata, me faltan manos para aplaudir. Pero aquel calor, aquel desierto, aquellas montañas, aquellos espíritus serviles, aquellas mujeres dentro de un burka… miradas desde la calle Real, con el flamenco en el Castillo, el Museo Camarón y el Museo Naval, la brisa nocturna de los mares que nos circundan, el pescado y los productos de las huertas, los vinos… No, esto no se acaba, sabedlo.

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