Qué complicado me lo ponen algunos a la hora de escribir. El Puerto está para echarse a correr. Y no parar. Pero aquí y ahora, lo que me importa -y de qué manera- es felicitar a una buena persona, a un magnifico compañero. A un amigo ejemplar: Rafael Gómez Ojeda.

Conocí a Rafael en 1985, cuando lo desbancaron de la alcaldía. El PSOE y el PP de la mano formalizaron un pacto, de cuya gestión aún colean las manchas. La lista más votada fue la del PCA, con 9 ediles, frente a los 8 del PSOE y 6 del PP (entonces AP). Desde hace tiempo me aplico lo de Ortega y Gasset, cuando decía que sorprenderse y extrañarse, es comenzar a entender.

Pero aquella es otra historia. La que me trae ante ustedes es la de Rafael. Al rebufo de su recuerdo, repasaba con detalle aquellos cuatro años que fuimos concejales en la Corporación Municipal (1987-1991). Me venían a la memoria multitud de anécdotas e intensas jornadas de trabajo en beneficio de aquellos que nos habían votado.

La diferencia de edad no fue obstáculo para que, poco a poco nuestra amistad fuese tomando consistencia. Viajes oficiales a Marsella, Paris, Madrid, Málaga, Sevilla jalonaban horas de charlas y convivencia. El cabalgar, el viajar y el mudar de lugar recrean el ánimo, sostenía el filósofo Lucio Anneo Séneca.

De ideologías diferentes, nos unía nuestro amor por El Puerto. Así hasta el día de hoy. El aprendizaje de aquellos años, la manera de hacer política y su modestia fortaleció nuestra relación. Cada vez que nos vemos nos abrazamos y nos alegramos. Me sigue trasmitiendo su bondad, ya en aquellos años difíciles en el Ayuntamiento como en cometidos más reconfortantes, en los que arropábamos a nuestros familiares en la residencia para personas con Alzheimer 'Guadalete' de AFANAS.

Rafael es, sin duda, un ejemplo de honestidad y buen hacer. Siempre defendió -en público y en privado- el respeto y la tolerancia. Y así discurre su vida -con la coherencia por bandera-, cuando pasea por El Puerto con su libro, 'El reloj de la esperanza. Memoria y reflexiones'.

Balbuceaba el filósofo que la memoria está siempre a las órdenes del corazón. Tras ese sello de esperanza en un mundo mejor, el corazón de Rafael sigue dando vueltas. Un día tuve la suerte de cruzarme en su camino y aquí permanezco. Por lo que me enseñaste y por lo que compartimos, gracias de corazón. Abrazos y Salud, amigo.

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