Son tiempos difíciles para soñar, tiempos de incertidumbre, tiempos en los que las más absurdas de nuestras pesadillas parecen hacerse realidad, un tiempo detenido y sin embargo un tiempo de pasión.

La ciudad parece dormida, sus calles vacías hacen juego con esas noches de invierno en los que el centro se queda a solas consigo mismo, y sin embargo, el alma, el alma de la ciudad parece haberse mudado a otros lugares menos peligrosos.

Y es que nuestro entorno nunca muere, duerme, El Puerto, que tiene muchos mas años que La Guachi ha vivido y revivido conquistas, asedios, razias, asaltos, guerras, epidemias… y sobre todo, desidia.

Hoy la realidad de una pandemia nos aísla, nos quedamos como esos animales que fingen estar muertos ante sus enemigos, que pasan a su lado sin inmutarse. La actualidad reinante en la ciudad deja su dulce mano sobre la misma, asolando levemente a la población, dejando huella pero como sobre la orilla de nuestras playas, poco a poco todo pasará, la zarpa que nos ha rozado dejará huella, y jamás olvidaremos los días de confinamiento, como tampoco olvidaremos lo que añoramos cuando nos fue privado, las playas quedaran en su lugar, el cielo, seguirá abriéndonos sus brazos, el sol volverá a brillar, y aun así, espero que esta pandemia no nos haga olvidar que los bares, restaurantes y locales seguirán también donde estaban antes, los pequeños comercios seguirán brindándonos su sonrisa, y nuestras calles nos seguirán invitando a pasear.

Nuestra frágil memoria en menos de una año habrá retornado a una realidad inventada, porque la verdadera realidad hoy nos abre unos ojos que estaban cerrados. Nuestra fuerte ciudad lleva mas de tres mil años resistiendo a su muerte.

El Puerto no esta muerto, el centro no está muerto, El Puerto se adapta, sufre y sobrevive, se regenera con cada periodo que lo pone a prueba, y hoy para esta generación es una prueba mas, importante, pero una mas que la ciudad sabrá capear para renacer con más fuerza.