El parqué
Jaime Sicilia
Jornada de menos a más
Después de la familia, unidad mínima de reunión, quizás sea el movimiento vecinal el segundo escalón asociativo. En principio, y salvo error, la reunión de varios vecinos, con el objetivo de obtener mejoras, o simplemente sea por revindicar derechos o aspiraciones, encuentran en este movimiento su razón de ser. Sin embargo, de un tiempo a esta parte los movimientos vecinales, alejados de sus legítimos planteamientos, se aúnan en un esfuerzo de ocupar parcelas que apenas tienen nada que ver con su objetivo. Desde cursos y talleres cuando se les subvenciona, a la creación a plataformas reivindicativas.
Nos tenemos que remontar a sus inicios, allá por la incipiente democracia, en donde vecinos ajenos a la política reivindicaban mejoras de todo tipo para sus zonas. La izquierda potenció, y se nutrió de dichos movimientos. Los ciudadanos de a pie, sin vinculación alguna a la política se vieron en listas electorales de ayuntamientos y esa proximidad con el candidato dio un buen resultado. El problema surgió cuando enfrentados a la realidad, esos lideres se fueron alejando de aquellos que les votaron, y, siendo cierto que dotaron a sus barrios de lo que necesitaban, según las posibilidades, terminaron incluso por cambiar de domicilio.
Entrados en el siglo XXI, apenas queda lucha, excepto la protesta por mayor limpieza, presencia policial, pero nadie lucha por centros sanitarios, colegios o los suministros básicos. Aquellas luchas apenas tienen sentido hoy, pero se repite el mantra del dinero, porque siempre es dinero. Algunos callan con gobiernos que los dotan de espacios de reunión, subvencionados; cursillos, subvencionados: fiestas, subvencionadas y sobre todo… dinero, un dinero del que al fin y al cabo se aprovechan pocos. No hay programas en donde se justifique la necesidad de una subvención, y viendo las reivindicaciones, apenas se sale de la acusación de un abandono, pero un abandono de qué. Para exigir derechos no se necesitan subvenciones, se necesita necesidad y razón, y para exigir hacer algo se necesita, sobre todo, capacidad para llevarlo a cabo y que no exista ya la cobertura de ese servicio.
Jamás debe desaparecer el movimiento vecinal, pero distinto es que esté latente en el sentir de los ciudadanos y no activo cuando no haya verdadera necesidad. Hoy en el 75 % de los casos es más un arma arrojadiza que exige, pero que nada aporta, pues para ello existen otras vías naturales.
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