Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Las redes sociales son un fenómeno sociológico que pone de manifiesto la verdadera naturaleza de las personas. Algo que debería ser bueno, sobre todo porque nos ofrece distintos puntos de vista, enriqueciéndonos con nuevas ideas, nuevas perspectivas y, en ocasiones, mejora las propias ideas, en realidad es una constante lucha, ridícula y cruel, en donde mas que aportar se trata de destruir o envilecer otros puntos de vista.

El fenómeno crece día a día, se pierde el miedo a la crítica, al insulto personalizado, sea del pensamiento que sea, generando, en algunos casos, el engrandecimiento en la defensa propia, pero en otros el hundimiento moral de la persona. En momentos como los actuales, cargados de vídeos sobre frustradas salidas, lagrimas emocionadas, chaparrones y cielos ennegrecidos, personas a las que nada importa la vida religiosa o las tradiciones se regodean, disfrutan del daño y cargan de odio contra lo que ni siquiera sienten.

Claro que la lluvia es necesaria, nadie necesita recordarlo, pero es más la alegría por la frustración que por la ansiada lluvia. Por el contrario, los memes a la contra también surgen. Quien empezó el qué… nadie lo sabe. La única realidad es la carga de maldad existente, la constante crítica, la alegría ante el dolor, el odio a las tradiciones, el constante meme en uno u otro sentido.

En momentos como este, cierta censura cobra sentido, pues la libertad de expresión es exponer tus ideas con libertad, poder gritar a los cuatro vientos lo que piensas y en lo que crees, poder decir que te gusta o no, o si estás de acuerdo o no con alguien o con algo. Sin embargo, usar la palabra para hacer daño gratuito, hacer de la mofa una bandera, del odio una pasión y del insulto el voraz dardo, no es más que la principal muestra de la decadencia, en donde el respeto a quien piensa diferente se ha convertido en algo lejano, desterrado por un nuevo hobby, la caza y captura, y cuanto más débil y dolorida es la presa, mayor el disfrute, sobre todo tras la mascara de un seudónimo legalmente consentido.

Quizás no todo esté perdido y hay aún hay algo de respeto, aún hay elegancia en la crítica, todavía existen esa mordacidad fina que nos arranca una sonrisa y el sarcasmo, a veces, desarma al que presume de hablar demasiado claro.

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