La esquina del Gordo

Matar el tiempo

Se puede pasar de ser la reserva espiritual de occidente al coño de la Bernarda

Si digo que llevo más de un mes sin hacerme eco de nada que huela a política, usted dirá: "¡Bueno, y qué!"; y lleva razón, porque para lo que vale la opinión de un provinciano, ya me dirá. Pero, ¿saliendo de esa pringue hay otros temas que sean más amenazantes? Pues creo que sí y que todos están relacionados con ella directa o indirectamente.

Descartadas todas las fórmulas redentoras al hilo de disfraces ideológicos, visto en perspectiva hay que reconocer que se puede pasar de ser la reserva espiritual de occidente al coño de la Bernarda. No es un juicio de valor (de valores), sino una realidad palpable que pone de manifiesto que ni lo uno ni lo otro florece por generación espontánea, sino producto del poder ejercido al margen de toda razón que lo justifique y que cada uno hace con su tiempo lo que puede, incluso perderlo incensando a los sumos sacerdotes de la mierda. ¿Y qué queda después si todo está impregnado de la doctrina del acoso y derribo? Pues queda la impotencia crónica y la indiferencia degenerativa.

A partir de ahí, mire, ¿se ha planteado usted la desgracia de no saber preparar la salsa boloñesa? La salsa boloñesa, como los secretos de la fideuá deberían ser asignaturas obligadas desde los jardines de infancia, lo mismo que la educación sexual será de obligado cumplimiento a partir de esas edades, ¡por favor, llegar a los cuatro añitos sin saber las diferencias entre la vulva y el pitilín!

¿Le parece esto una chorrada? No se preocupe, quedan muchas alternativas para adoctrinar en barbecho. Por ejemplo hacer excursiones al Everest, eso sí, reservando plaza con dos años de antelación y a pesar de eso hacer colas kilométricas; hacer cruceros por alta mar en plan bulto de consigna… Pero si lo que quiere es presumir de millonario ahí están esperando Sudán del Sur, con un PIB per cápita de $246 al año, Burundi con $339 al año, mucho más barato que las verbenas de barriadas; por presumir que no quede, y si en esos países no encuentra jamón de pata negra, tampoco importa demasiado, se presume de haber probado la comida autóctona y de haber pasado hambre, que siempre será un puntazo.

Claro que si de verdad prefiere el riesgo, la aventura, ir ahora a Venezuela -pese a lo que diga el molt honorable Sabater (Zapatero, para entendernos)- también sería una experiencia apasionante teniendo en cuenta que caso de encontrar un huevo le costaría casi un millón de bolívares, nada traducido al euro, pero que comido con inquietud y con emoción por si se lo confiscan, merece la pena el sobresalto. Personalmente le estoy dando vueltas si hacer dietas veganas, cursillos de punto de cruz, o alternar con los intelectuales domésticos. Ser exigente a estas alturas no está bien visto, a no ser que se haya nacido con la debilidad de ser asiduo a las rutas imperiales: de la croqueta, de la ensaladilla, la del lomo de orza… Ya me entiende.

En algunas frivolidades habrá que pensar para matar el tiempo.

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