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Análisis

Guillermo Alonso Del Real

Lugares inhóspitos

La moda urbanística parece estar centrada en crear enormes llanos de cemento"

Debe de ser muy difícil lograr un espacio verdaderamente inhóspito allí donde antes no lo había. Porque cuando un lugar ya era inhóspito de por sí, no tiene ningún mérito mantenerlo en su desapacibilidad. Los desiertos, por ejemplo el desierto del Sahara, o el Patagónico, o el desierto de Kalahari ya estaban o iban estando así desde hace muchos años.

Cierto que un espacio que antes pudo ser ameno, incluso feraz, puede ser desertizado por acción de la naturaleza con la inestimable ayuda del ser humano en muchas ocasiones. Las talas excesivas, los incendios, el pastoreo abusivo, las prácticas agrícolas inadecuadas y la construcción descuidada de pistas, carreteras y otras obras públicas y privadas aumentan la facilidad de erosión del suelo. Todo es poner un poco de empeño y se consigue un perfecto páramo inhóspito con relativa facilidad.

La Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó en 1994 un Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, con el que sucedió lo mismo que suele suceder con todos los días mundiales de lo que sea, es decir, nada o poca cosa, porque la acción invasiva de nuestros congéneres parece ser congénita. Todos pregonan a grito herido, por ejemplo, que tenemos que preservar la Amazonia, pulmón del Planeta, pero no hay nada como sobrevolar los territorios amazónicos, para comprobar con espanto que aquello está poblado de calvas por todas partes. Anda y explícales a los del petróleo, a los madereros y a otros industriosos creadores de riqueza que se están cargando el medio ambiente a un plazo relativamente corto.

"Muy largo me lo fiais", deben de pensar con nuestro insigne compatriota Don Juan Tenorio, así que continúan a lo suyo. Claro que la ONU sólo ha planteado un día mundial, así que el resto del año, "ancha es Castilla, que el Rey paga", sólo que no es ese hipotético rey el que paga, sino nuestros confiados y optimistas congéneres de todas las latitudes.

Uno ha conocido espacios francamente inhóspitos, como, por ejemplo, la tremenda explanada amarilla y polvorienta en la que practicaba la instrucción en orden cerrado durante su breve pero intensa permanencia en la Infantería Española; o el patio de recreo de algún colegio que otro, por eso acaba detestando ese tipo de medios y prefiriendo otros más acogedores, como los parques, los montes y las terrazas de bares y cafeterías.

Nos referíamos antes a la naturaleza, pero en los medios urbanos nuestros iluminados munícipes y sus eficientes auxiliares arquitectónicos han logrado espacios tan inhóspitos y poco acogedores como los mentados desiertos y zonas desertificadas.

De hecho, la moda urbanística parece centrada en crear enormes llanos de cemento con escasas concesiones a árboles, arbustos y otras molestias. Emular al anfiteatro de Nüremberg es objetivo, por lo visto, para los modernos urbanistas. Las grandes extensiones de hormigón no están pensadas, digo yo, para vitorear a sujetos nefastos, como aquel desagradable don Adolfo, así que uno se rompe la cabeza pensando: entonces, ¿para qué demonios fueron concebidas? A lo mejor para la celebración de grandes espectáculos; pero comúnmente en poblaciones como Chiclana, por ejemplo, eso no sucede más que en ocasiones contadísimas; así que: ¿para qué sirven el resto del año? No creo que en la Plaza Mayor vayan a aterrizar helicópteros con mucha frecuencia, con que a lo mejor sólo se quiso obtener una buena vista de la parroquia de san Juan Bautista, que tampoco es la Catedral de Burgos, que digamos.

En fin, los expertos urbanistas locales sabrán. Cuando se proyectó y construyó la Gran Plaza, que se alza sobre el río Iro sin un objetivo claro, desde mi modesto punto de vista, pensé que tal vez sería para ampliar la vieja parada de autobuses frente a "El Pájaro", pero por lo visto no sirve, porque están haciendo un apeadero en otro lugar. Desde luego es tan poco acogedora como la mentada Plaza Mayor y tampoco es marco con frecuencia para actividades públicas de ningún tipo. Otro macro-espacio más bien inhóspito es la Plaza de las Bodegas, pese a la fuentecita que algo refresca.

Menos mal que las terrazas de los bares han logrado humanizar un tanto el lugar, por más que alguna de ellas haya llegado a constituir un obstáculo difícilmente salvable para acceder al Mercado. En cualquier caso se trata de vastas extensiones soladas, desde mi punto de vista, poco atractivas en sí. Ojo, que no quiero echarles la culpa a las consecutivas Corporaciones Municipales, que no han hecho más que seguir una tendencia urbanística generalizada, que ya pudimos constatar en el Madrid del megalómano señor Ruiz Gallardón, por ejemplo.

No tengo nada contra las grandes extensiones en general. Por ejemplo, la Alhambra y el palacio de Versalles me gustan muchísimo; también el Foro romano. Claro que esos sitios exigen y exigieron fuertes inversiones en creación y mantenimiento y, desde luego, un elevado sentido estético. No es el caso.

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