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La esquina del Gordo

Ídolos (I)

Sin ironía alguna, debe ser cosa de la edad la adoración que mi ídola vencedora me despierta

Mi psiquiatra de cabecera me ha recomendado liberarme de mis ídolos enquistados y de los que están o estuvieron estuvieron en lista de espera. Servidor, por la cortesía natural en todos los caballeros, ha decidido empezar por mis ídolas.

Estuvieron a punto de serlo Bibiana Aído, Leire Pajín y Celia Villalobos, glorioso trío, pero no llegaron a cuajar, así que he escrutado entre las que todavía colean: Carme Forcadell, Susana Díaz, Ada Colau, Irene Montero, Julia Otero, Terelu, su madre y su hermana, Cristina Cifuentes, Begoña Gómez, Belén Estéban, Mila Ximénez, la Carmena, Sor Lucía Caram, la virtuosa monjita independentista -sol de hembra- y hasta la inigualable e indescriptible Pilar Rahola; o sea, lo más granado de cada vallado, ya digo. Bueno, no ha sido fácil, más de cien han pasado por la piedra (en el mejor sentido, claro) y la triunfadora ha sido… (redobles de tambor, ¡tachán!)… ¡¡La Dama de Cabra!! Sí, bonita tú.

No he tenido la tentación de caer en valoraciones de aptitudes profesionales ni en sus ocupaciones circunstanciales, mucho menos en las físicas, ¡no por dios, nada de machismo!, solo me he atenido a sus carismas personales, sus innatas simpatías, lo intachable de sus actitudes y la lucidez de sus pensamientos sin entrar en sus concepciones ideológicas, éticas o morales. Allá cada cual.

Cuando después del largo escrutinio y persistentes empates y desempates, el resultado final lo decidió las rectificaciones con las que ellas mismas han ido matizando sus convicciones -carajal, oiga- , y en esto la señora Calvo bate todos los records. De ahí su triunfo.

Este trabajo de campo (y playa) me ha dejado no solo un agotamiento brutal sino el convencimiento de cuál es la piedra angular de nuestra libertad. Para ello, con cronómetro en la mano he comprobado el tiempo que cada una me duraba en pantalla sin causarme estupor, y esto es definitivo. No piensen ni en machismos ni en prejuicios. Para un servidor todas merecen el respeto debido, no mayor que el que se debe a cualquier ser humano, animal o cosa, esa es la verdad; aunque no sé por qué, cada día que pasa, después de mi extenuante trabajo, siento una mayor debilidad por la flora. Ahora veo un árbol y enseguida pienso: "Bendito seas, que me das sombra a cambio de nada". Sin ironía alguna, debe ser cosa de la edad la adoración que mi ídola vencedora me despierta: esa preclara inteligencia, esa dulzura en su rostro, esa elegancia natural, esa sonrisa permanente, esa simpatía, esa ternura conmovedora que inspira, ese rictus de beatitud después de haber resucitado a Franco… La verdad, me ha costado, pero sus virtudes han terminado por imponerse.

Menos mal que el CIS, tan certero siempre, me ha ayudado mucho, aunque confieso que vencer la influencia negativa de la prensa, tan dada a la verdad según convenga…Mire no es moco de pavo, tanto como sobreponerse a todas las ideologías redentoras, llamadas también politicismo a granel.

No obstante, advierto, mi trabajo ha sido difícil. ¡Hay tanto material donde escoger!… Por eso estoy en manos de psiquiatras; son los únicos capaces de darle sentido a mi vida como queda demostrado.

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