Crónica de San Juan de Dios

Melchor Mateo

mmateo@diariodecadiz.com

Coplas huérfanas de público

El Carnaval del Concurso se ha comido al de la calle y la decisión municipal vino a refrendarlo

Un coro canta a un público escaso junto al Mercado Central.

Un coro canta a un público escaso junto al Mercado Central. / Germán Mesa.

El otro día una amiga contaba que pasó al lado de una chirigota callejera y le pidieron que se quedara a escuchar. Repertorios huérfanos de oídos, coplas necesitadas de aplausos y un ciudadanía que no ha conseguido meterse en el ambiente carnavalero porque la fiesta pide chaquetones y no playas.

No nos engañemos. El Concurso hace mucho tiempo que se comió a la calle. Aunque ésta sigue teniendo su propia vida y las callejeras y los romanceros se han convertido un poco en la esencia de ese Carnaval democrático donde todo el mundo puede acceder a un cuplé, el que marca el compás es el concurso. Es nuestra venta al exterior. Es el que genera el fenómeno fan.

Y si el Ayuntamiento tomó una decisión en su día por la amenaza del Covid es porque en ese momento se había llegado al límite y las agrupaciones tenían que empezar ya a ensayar o iba a ser imposible que llegaran al Concurso con un mínimo de garantías.

La medida, con los acontecimientos y las olas que vinieron después, dieron la razón a un ayuntamiento al que se le alió la suerte que en los últimos tiempos tanto le está abandonando.

Sin embargo, para salvar y agarrar la mano del Concurso, se ha soltado la del carnaval en la calle hasta dejarla caer por un precipicio.

Ya sabemos que es una medida coyuntural en una época marcada por una pandemia desconocida para todo humano viviente pero lo que nunca se esperaba es que los coros iban a estar paseando por los puntos calientes absolutamente en familia, sin gente que les escuchara.

El Carnaval en junio tiene la competencia de otras ferias, del Rocío, de unos jóvenes que están en plenos exámenes, de un calor que no invita demasiado a vivir la fiesta como se hace siempre.

Un signo importante y algo trivial es que durante el pasado fin de semana la romería de políticos habitual durante una campaña electoral ha preferido la aldea almonteña del Rocío al Carnaval de Cádiz. Por algo será porque esta gente no dan puntada sin hilo.

Sin embargo, como los cronistas de este periódico apuntaron hace unos días, en los últimos años ha habido una corriente de que el Carnaval tenía que empezar a cerrar fronteras, de mirar más hacia dentro y de buscar una mayor gaditanizacion, algo que es lo contrario a lo que van buscando las agrupaciones, donde las punteras sobreviven de los contratos que surgen más allá de Cortadura.

En unos tiempos donde ha venido menos gente de fuera, el local, que también ha estado perezoso, no ha sido suficiente para arropar una fiesta que esperaba a ver si el segundo fin de semana se animaba.A todo esto se pueden buscar consecuencias políticas o simplemente dejarlo estar pero es cierto que el Carnaval ha pinchado. Se ha tratado de adaptar algunos horarios a la época en la que vivimos rozando el verano, pero la gente no ha respondido.

Desde el mismo día de la final, el viernes en el que se veían siempre a los guiris despistados esperando encontrarse una ciudad repleta de disfraces preguntándose dónde está la gente o los puestos de sombreros y otros artículos en plazas como la de San Juan de Dios, han sido inexistentes.

Es más, en lo que hubo en febrero, esa especie de Carnaval improvisado sin actos oficiales, tuvo mucho más de auténtico que el que se nos ha presentado ahora en junio. Como aquella frase de Sabina en la canción ‘Así estoy sin ti', el Carnaval en el mes de junio se ha sentido “extraño como un pato en el Manzanares”.

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