Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Tengo la enorme fortuna de vivir en uno de los lugares más privilegiados de El Puerto de Santa María, entre la bajamar y la avenida de Menesteo, junto a la desembocadura del río Guadalete y a pocos pasos de la playa del pueblo, esa a la que se puede ir todavía andando, esa a la que cincuenta años atrás acudíamos las familias humildes de El Puerto con todos los avíos posibles para pasar un buen día de playa. La Puntilla siempre nos esperaba y nos recibía sonriente con sus arenas, con sus dunas, con sus mareas y con sus casetas rojas y blancas. Cosas mías.

Es precisamente esa playa tan cercana la que me hace reflexionar sobre huellas del pasado vivido, y la que da nombre a la barriada a la que me arrimé hace más de treinta años usurpando los terrenos de la antigua fábrica de botellas, junto al campo de la Gimnástica, y muy cerquita de los chalecitos de Calero, Bartolomé, Cepero y Ventura entre otros, amigos y profesores de varias generaciones de jóvenes portuenses.

Pero lo que verdaderamente en estos momentos me anima a comedir sobre la Barriada de la Playa, independientemente de su particular fisonomía y del recuerdo de las losas ya casi desaparecidas, representantes laudes a modo de escudo de armas de los gremios de la vid y de la pesca, son su gente.

Gente que quiere a su barrio, que lo cuidan como ese vecino que riega y cela cada día por los geranios que llevan años adornando la calle que da al parquecito infantil, ese que cada tarde y cada noche se llena de indeseables deslenguados que no van a parar hasta que logren tirarlo abajo. Gente como el señor mayor que se queja educadamente del poco caso que hace nuestra administración más cercana a los requerimientos vecinales, clamando por la palmera que se ha secado por falta de mantenimiento. O la vecina que se pregunta por las obras que tienen paralizada la normal actividad de la barriada y que no se sabe cuándo van a terminar.

El Puerto, sus calles, sus casas, sus gentes es el mayor patrimonio que tenemos, y parece que algunos ya entraditos en carne todavía no se han dado cuenta.

manolomorillo@hotmail.com

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