La estación que precede al invierno siempre fue objeto de controversia. En las esquinas y los bares escuchamos de todo. Los que saludan la llegada del otoño y dicen que ya está bien de calor, de sequía y de turistas en masa; y aquellos que se resisten a abandonar sus paseos por la playa y argumentan que el mal tiempo y la grisácea claridad sólo trae malos augurios.
El otoño es gris según se mire. ¿Nunca se fijaron en los colores del otoño? Ocres, amarillos, pardos o verdes adormecidos. Con nuestras retamas, compartirán el olor a tierra mojada.
Aprovechemos el otoño antes de que el invierno nos escombre. Entremos a codazos en la franja del sol y admiremos a los pájaros que emigran, mascullaba Benedetti.
Los próximos meses serán de fuertes contrastes. Los portuenses, acostumbrados a las escasas oportunidades que se nos ofrece en la faceta de la cultura y el patrimonio, seguiremos emigrando a poblaciones cercanas, donde hace años cogieron el ritmo y abrieron el abanico en la danza, la ópera el teatro clásico o el conocimiento del patrimonio histórico. Aquí, con la manía de aglutinar la mayor parte de acontecimientos de toda índole en verano, en este tiempo nos las vemos y deseamos para pasar los días sin más. Y hasta nos apetece darnos una vuelta por el entorno. Pero no olvidemos, que el retroceso cultural trae, sin duda, sus peligrosas consecuencias.
De cualquier manera cuando comienza una estación -como cuando se inicia lo que se os ocurra-, el optimismo se instala y las conjeturas sobre los planes que han de venir se acrecientan cada día. Hasta la primera semana, que es cuando nos damos cuenta de que todo (incluidos los tonos grises del otoño), seguirán siendo como siempre.
Aprovechemos pues este otoño, para recuperar la calma. En lo local, dejémonos de fotos para la galería y discusiones absurdas e intentemos recuperar el patrimonio de lo que fuimos.
En los primeros días de este otoño, que aparece una vez más en nuestras vidas, releo -con cierta mesura y parsimonia-, la poesía de Ángel González: “Este cielo de otoño / su imagen remansada en mis pupilas / piadosa moratoria que la tarde concede / a la débil penumbra que aún me habita”. Y me quedo con su latido.
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