La versatilidad de Rubén Olmo
El bailarín sevillano se alza con el Premio Nacional de Danza 2015 por "su dominio en la interpretación de todos los estilos de la danza española y su variedad de registros"
Cristina Hoyos, Antonio Canales, María Pagés, Manuela Carrasco, Israel Galván, Javier Barón, Isabel Bayón y ahora otro sevillano, Rubén Olmo, conquista de nuevo el Premio Nacional de Danza, en palabras del jurado, por "su dominio en la interpretación de todos los estilos de la danza española y su versatilidad de registros", además de por "su identidad como intérprete y la constancia de su dilatada trayectoria". La compañía La Intrusa, por su parte, logró el mismo premio en la categoría de creación.
No puede negarse que Sevilla, por no citar a los flamencos de otras ciudades andaluzas que disfrutan del prestigioso galardón, se ha convertido en un auténtico vivero de premiados. Como tampoco podrá negar nadie que, además de magnífico intérprete, Olmo es uno de los bailarines más abiertos y versátiles de su generación.
Al mirar su abigarrada trayectoria profesional, parece casi imposible que naciera en 1980. Pero es lo que pasa con estos artistas que, además de talentosos, empiezan desde la infancia, como le sucedió a Olmo, quien con 9 años estaba ya en el Conservatorio de Sevilla, donde obtendría el título de Danza Española y Danza Clásica y una base sobre la que luego fue sumando cursos y talleres (entre ellos el Taller de la Compañía Andaluza de Danza, que realizó con catorce años) hasta hacerse con una técnica realmente excepcional.
Atrevido y generoso con su trabajo, el bailarín ha alternando sin problemas lo público con lo privado, destacando en ambos terrenos como una figura de gran relieve. En cuanto a las compañías públicas, con apenas 18 años estaba ya bailando como primer bailarín (de 1998 a 2002) en el Ballet Nacional de España, dirigido en aquellos momentos por Aída Gómez, y con el que interpretó piezas como Poeta, Carmen, Ritos o La Celestina. Diez años más tarde, en 2012, y de nuevo en Sevilla, Rubén Olmo se convierte en el protagonista de la nueva etapa (etapa más austera que coincide con el comienzo de la traída y llevada crisis económica) de la compañía pública andaluza, que a partir de ese momento pasa a llamarse Ballet Flamenco de Andalucía, cuando su proyecto Metáfora es elegido en una convocatoria pública entre otras candidaturas. Convertido ya en espectáculo bajo su dirección, Metáfora inauguró el Festival de Jerez 2012 y tuvo un amplio recorrido hasta que, según lo previsto en las nuevas normas, el BFA eligió el proyecto sucesivo, a cargo en esta ocasión de Rafaela Carrasco.
Pero su trabajo más personal y arriesgado se ha podido ver en las creaciones que asume en primera persona con su propia compañía, que crea tras pasar por las de algunos compañeros como Aída Gómez, Ramón Oller o Javier Barón. Riesgos a veces que se demostraron excesivos (al menos desde el punto de vista económico), como los que le hicieron regresar a su tierra tras una larga etapa madrileña en la que estrenó las dos primeras creaciones de su compañía: Belmonte (2006) y Pinocchio (2008).
Y sería en Sevilla, en la Bienal de Flamenco de 2010, con apenas 30 años, donde le llegaría el pleno reconocimiento a raíz del estreno de su espectáculo Tranquilo alboroto, diez escenas brillantes y llenas de danza (española y flamenca) en la que, amén de rodearse de artistas que hoy constituyen el presente del flamenco, como Ana Morales o Patricia Guerrero, se atreve a homenajear -"imitándola"- a la añorada bailaora sevillana Manuela Vargas, a vestirse de Cristo semanasantero a los sones de una banda de cornetas y tambores y a rememorar El pájaro de fuego con un mantón infinito. Tranquilo alboroto obtuvo el Giraldillo a la Mejor Coreografía de esa Bienal, pero el sevillano tenía aún muchos caminos por explorar y prueba de ello ha sido su último y teatral espectáculo Las tentaciones de Poe, un recorrido estético por la vida y la obra del escritor Edgar Allan Poe que, dirigido escénicamente por Juan Dolores Caballero, vio la luz en el Teatro Central de Sevilla en noviembre del año pasado y al que invitó, para una de las escenas, a 16 alumnos del Centro Andaluz de Danza donde el bailarín trabaja como docente desde hace varios años.
A estos recorridos, más o menos lineales, se han ido enlazando también decenas de colaboraciones con otros artistas, como la que ha mantenido en varias ocasiones con Israel Galván, quien incluso le coreografió una farruca para su espectáculo, así como intervenciones en proyectos ajenos, como el presentado en febrero de este año en el Teatro Real de Madrid sobre la obra de Federico G. Lorca, El público, en la que Olmo interpretaba a uno de los Caballos. Su última aparición en Sevilla ha sido también con una colaboración especial, esta vez en el estreno el mes pasado en la Torre de Don Fadrique, de Moratana, la última creación de su compañera y amiga Pastora Galván.
Con esta trayectoria, nadie dudará tampoco de que los 30.000 euros con que está dotado el premio serán invertidos íntegramente en danza. Enhorabuena.
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