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Música

Chico César: "La vida es política, no se puede huir de eso"

El músico Chico César.

El músico Chico César. / Ana Lefaux

A los 8 años la música (una tienda de discos) lo condujo lejos de casa de sus padres. A esa edad ya participaba en concursos infantiles y ganaba algún que otro juguete. A los 9 montó su primer grupo; a los 12 compuso su primera canción; y a los 14 ya tenía un grupo donde tocaba temas propios. No en vano, Chico César (Catolé do Rocha, Paraíba, Brasil, 1964) –dos Grammy en su haber, referente de la world music y una carrera intachable– nunca quiso “sobrevivir de la música” sino “vivir para la música” y hacer la música de su “corazón” y de sus “sueños”, que es divertida y que es comprometida. “Nosotros, los brasileños, bailamos y criticamos al mismo tiempo”, ríe mientras avisa que hablará en portuñol y se desmiente cada vez que contesta las preguntas con un solvente español. Este 29 de julio tocará en Cádiz, en el Festival JazzCádiz. Un pequeño gran milagro.

–Creo que no conocía Cádiz...

–No, nunca actué allí por eso voy al Festival con un concierto donde estarán mis últimos temas, los de Vestido de amor, pero también con canciones de toda mi carrera, cosas de toda la vida, como Mama África, A primera vista...

–Hablemos de ‘Vestido de amor’, es un álbum muy marcado por la pandemia, ¿verdad?

–Sí, tanto porque muchas de las canciones las compuse en ese momento, como porque algunas hablan un poco del tema como Sobrehumano donde invité a Salif Keïta a cantar conmigo.

–También invita a Ray Lema, ¿por qué estas dos colaboraciones tan especiales?, ¿qué les une?

–Yo siento que nosotros, los afrodiaspóricos y descendientes de los pueblos originarios como Ray Lema, Salif Keïta y yo, necesitamos comunicar con el arte, con música, con danza, con cine, con cultura, en general, para dar respuestas a los problemas de la vida contemporánea. Contestaciones que el mundo blanco, europeo, occidental, ya no puede más dar. Europa, Estados Unidos y Occidente, en general, hablan de una crisis de la civilización y no las llamaría así, son crisis del modo de vida occidental y que tienen que ver justo con la exclusión que el mundo occidental causó a los pueblos originarios de varias partes del mundo: Australia, América Latina, África... Por ello, es necesario que esos pueblos traigan sus respuestas a través del arte. Con esa reflexión yo invito a mis ídolos y amigos como Salif Keïta, que tiene una voz estupenda y hace un trabajo muy importante para nosotros, tan importante como la trompeta de Miles Davis; y como Ray Lema, que es como mi hermano mayor, es un sabio, un maestro, un gran pianista que conoce las cosas tradicionales de su tierra, El Congo, además de ser un maestro de orquesta. Están ahí como parte de esas comunidades en las que estamos nosotros pero también por su marca individual, que es igual de importante de manifestar.

–¿A qué suena ‘Vestido de amor’?

–A mi corazón. Yo no hago un disco con la cabeza, lo hago con todo mi ser, que es comandado por mi corazón. Soy un soñador y, desde mi primer álbum, traigo en mí las influencias de África, de Brasil, del Nordeste, de Latinoamérica... Lo concibo como si fuera Aos vivos pero con músicos, con bandas, con participación de africanos. Si en Aos vivos cito concretamente a Salif Keïta, en Vestido de amor, lo tengo conmigo. También tiene la particularidad que es mi primer álbum hecho fuera de Brasil en una situación nueva para mí, con un productor que no conocía antes, con músicos con los cuales nunca había tocado, y eso creo que le ha aportado mucho frescor.

–’Bolsominions’ es un tema suyo, ¿piensa que el arte debe también tener una dimensión política?

–Yo siento que pertenezco al grupo de artistas que piensan la vida, y la vida es política, no hay cómo huir de eso. Yo soy de García Lorca, de Mayakovski, y no es que me iguale a esos maestros, ¡ni mucho menos!, sino que siento en hacer arte pensando en la complejidad de la vida. Arte sin reflexión es solamente entretenimiento, y el entretenimiento es bueno, yo tengo respeto a los artistas de entretenimiento, pero creo que también es posible entretener a los otros trayéndolos a la reflexión. Mama África, por ejemplo, un tema muy alegre pero llama a la reflexión, habla de la vida, de las mujeres que tienen que hacer doble o triple jornada para cuidar de maridos, hermanos, hijos... Cuando hice Bolsominions yo miraba a los ojos de la serpiente del fascismo que caminaba por Brasil, al igual que camina por todo el mundo, por Reino Unidos, Italia, España, Alemania, EE UU, Rusia, Ucrania... Y al fascismo hay que combatirlo, los artistas, con arte; los políticos, en el Parlamento; y los ciudadanos, en las calles.

–¿Le ha traído alguna vez problemas lo que ha cantado o escrito?

–La música me ha traído más soluciones que problemas, más afectos que desafectos y más abrazos que peleas; pero las peleas no las recuso. Si alguien se enfada con lo que canto o digo, yo estoy dispuesto a conversar para intentar entender los puntos de vista del otro, sea quien sea, pero es imposible conversar con el fascismo. Hace poco, por causa del Bolsominions, recibí el voto de censura del Ayuntamiento de João Pessoa. Los representantes de la Cámara fueron manipulados por una concejala y votaron censurarme. Pero, ¿cómo pueden intentar censurar a un artista que, aunque nació allá, vive en otra parte, corre todo el mundo cantando? Es en vano, es tapar el sol con un dedo, es imposible porque los dedos de estos representantes no consiguen alcanzarme. Y aunque siguiera viviendo allí, seguiría cantando mis canciones, que son sobre ellos, los neofascistas.

–Es antifascista y panafricanista, ¿queda mucho por hacer?

–Hay un retroceso en todo el mundo con estas cuestiones. En un tiempo reciente es cierto que se produjeron muchas conquistas de derechos civiles y personales, de las cuestiones de género también, pero hay un retroceso muy grande en todo el mundo y Brasil no es diferente. Hay mucho que hacer en todas partes, hay mucho que cantar, que ocupar la calle, que votar para acabar con el fascismo del que se revistió la policía de todo el mundo. Nosotros tuvimos en Brasil una dictadura militar y los militares no fueron a juicio por lo que las policías se quedaron contaminadas de las prácticas de la dictadura, incluida la tortura contra los prisioneros y también de la violencia contra el pueblo en la calle principalmente contra los negros, los pobres, la gente que vive en periferia y en favelas de las grandes ciudades. Hay que combatir esto, nosotros acabamos de rescatar la democracia en Brasil, estamos como recomenzando, pero es un buen recomienzo, y eso me alegra.

–¿Usted estudió Periodismo?

–Sí, sí, sí, yo trabajé diez años como periodista. Empecé a los 18 años cuando estaba estudiando en la Facultad de Comunicación Social en Paraíba, mi tierra. Luego me gradué y me fui a São Paulo donde trabajé durante 8 años. Como reportero toqué de todo, arte, música, crímenes, fútbol, política..., y luego fui mucho tiempo revisor de textos. Esos años fueron muy importantes porque creo que ahí desenvolví la capacidad de ser observador y otras cualidades que luego llevé a mi trabajo en la música.

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