Apagón en Cádiz: Radios, agotadas. Velas, agotadas. Papel higiénico, desaparecido
Ya el Covid nos dejó claro cuáles son nuestras prioridades. De nuevo, estantes vacíos. Avaricia infinita. De ésta saldríamos mejores, decían
El apagón en Cádiz, en directo
En mitad de un juicio en la Audiencia Provincial de Cádiz, la sala se queda oscuras. El desconcierto entre magistrados, abogados y el propio acusado sí salta a la luz entre la audiencia pública. Antes de que se desplome la red de internet, empiezan a llegar mensajes confusos en grupos de Whatsapp: No hay luz en Sevilla, tampoco en Málaga, ni en Madrid, ni en Portugal... ¿Portugal? Esto es grave. La vista oral acaba con la secretaria judicial como fedataria, tomando notas a puño y letra.
A la salida del Palacio de Justicia, el ambiente recuerda a la pandemia. Las caras hablan solas. Los semáforos no funcionan, la Policía Local de Cádiz dirige el tráfico y los autobuses van especialmente llenos. En la línea 1 de transporte urbano los viajeros se miran unos a otros (ya no pueden abstraerse en sus pantallas de 7 pulgadas, internet ha muerto). “Yo he ido al supermercado a comprar embutidos al menos para hacer bocadillos”, “verás tú el congelador”, “¿y ahora cómo van a calentar los platos en los comedores escolares? Si los colegios tuvieran cocina...”. Cada uno muestra su preocupación, evidencia su problema, pero nadie encuentra respuestas.
Fin del trayecto. Los semáforos siguen sin funcionar. El levante azota con fuerza a los que hacen cola para comprar en almacenes y supermercados. Pan, mucho pan, y papel higiénico, cómo no. Ya el Covid nos dejó claro cuáles son nuestras prioridades. De nuevo, estantes vacíos. Avaricia infinita. De ésta saldríamos mejores, decían.
De almuerzo, lentejas templadas que se dejaron cocinar antes del apagón. La olla cerrada las conservó a una temperatura aceptable para su ingesta. Sientan bien tras subir por las escaleras hasta una novena planta en tres ocasiones.
Desinformación absoluta, desconexión digital. ¿Cómo estarán mis padres? Un viejo transistor permite poner los pies en la tierra y la cabeza en orden. Siempre nos quedará la radio. Bendita sea.
En la calle muchos comercios están cerrados. Otros dejan la baraja a medias pero atienden, como pueden, entre tinieblas. Radios agotadas. Velas agotadas. Papel higiénico, desaparecido. Las farmacias suministran medicamentos a sus clientes/pacientes habituales. No hay datáfonos y el efectivo, que ya no chatarrea en nuestros bolsillos, se echa en falta. Hemos perdido la capacidad de ser analógicos.
La jornada laboral se retoma a las nueve de la noche, cuando unos aplausos irrumpen en mitad de la calle. Ha vuelto la luz, al menos en Cádiz capital. El periódico va a salir en sus dos versiones, web y papel. ¿Salimos? Salimos. A amor propio no nos gana nadie.
Un pequeño apagón de segundos en el barrio de La Laguna a las diez de la noche hace saltar todas las alarmas. Pero sólo dura eso, unos segundos. Qué alivio. Mañana será otro día. Mañana arrojaremos luz.
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