Reyes Magos
Cuando no se sabe. Por Yolanda Vallejo
Me había propuesto, después de estar el pasado viernes a las cuatro de la tarde en San Juan de Dios, bajo un sol de justicia y habiendo hecho un viaje acelerado a los años ochenta –con ‘Yolanda’ de Pablo Milanés incluida–, sin haber ingerido ninguna sustancia alucinógena, no volver a hablar de política. Como me enseñaron de pequeña, ni de política, ni de dinero ni de religión, es decir, el perfil bajo que demandan los tiempos revueltos. Hablar solo de cosas intrascendentes, el tiempo, el Cádiz C.F., las rebajas, la exposición de la Casa de Iberoamérica, la adaptación al medio de Guillermo Riol… Pero tengo un defecto grandísimo, y es que entro al trapo con una facilidad pasmosa, y nada más ver el señuelo me planto como un toro en medio de la plaza. ¡Qué le voy a hacer! Me provocan –como a usted–, y me entra un síndrome de Calimero absolutamente incontrolable. Y eso que intento curarme viendo ‘Supervivientes’ o ‘Cámbiame’ –esa maravilla de concurso en el que tres brujas hacen lo imposible por humillar públicamente a los participantes–, que son programas de televisión que tienen un efecto reconciliador con el mundo real inversamente proporcional a otros como ‘El gato al agua’ o ‘El Cascabel’, pero no hay manera, oiga. Es abrir un periódico o ver un informativo y empezarme la sangre a hervir como si fuera la de San Genaro. Y con esta calor, imagínese. Que ya lo dejó dicho Albert Camus, lo del calor es para tenerlo en cuenta. No sé si porque dilata las neuronas o porque las derrite, pero lo cierto es que tanto despropósito no debe ser bueno. Tenía razón nuestro alcalde cuando vaticinó que ya no se hablaría más de Cádiz como capital del paro y que nuestra ciudad estaría en los medios de comunicación por otros motivos. Y tanto. La semana comenzó abriendo todos los informativos con la imagen de varios concejales llevados literalmente en volandas por la policía después de intentar de manera infructuosa paralizar un desahucio feroz que luego resultó no serlo del todo. Al menos cuatro concejales y el alcalde –más los ediles de Ganar Cádiz en Común que aparecieron por allí– estuvieron presentes y fueron portada de todos los periódicos nacionales, para nada. Para absolutamente nada. Porque los cauces de paralización de este desahucio en cuestión eran otros, aunque al parecer nadie lo sabía. Tampoco sabían que un alcalde puede colgar en su despacho los cuadros que quiera. El de su prima de primera comunión o una foto dedicada de la Petróleo. Tener a Fermín Salvochea de cabecera no es como para salir en todas las portadas, otra vez. Entre otras cosas, porque –independientemente de la cosa ideológico-sentimental– el alcalde Salvochea es al mundo lo que un concejal de Cuenca. Y sobre todo, porque el retrato del Bigotes sustituye al del rey emérito, es decir, que tampoco ha sido una proeza quitar un cuadro y poner otro. Como tampoco debían saber que para abrir comedores sociales para niños se necesita algo más que ganas y buena voluntad. Y algo más que la presencia del catequista Iglesias en una reunión con directores de centros escolares, y algo más que la intención de la Junta de echar una mano. Total, que al final el ‘plan Plácido’ se ha cifrado en 8,8 euros diarios y el titular «Queremos huir de esa imagen de ciudadanos haciendo cola para recoger comida». Claro, porque no es lo mismo ir a recoger comida que ir a recoger dinero, por mucho control de calidad y de cantidad que hagan los servicios sociales y por mucho que los funcionarios de Asuntos Sociales le pregunten a las madres/padres: «¿Qué ha hecho usted con los 8,8 euros?, ¿ha comprado hoy la oferta del Aqualund?» y cosas por el estilo, la medida no deja de oler a rancio y a esa caridad mal interpretada que en realidad se llama limosna, aunque nos escueza demasiado el término. Otro día abriendo informativos. Luego el alcalde mandó un mensaje tranquilizador a los funcionarios municipales, menos mal. Les dijo que no se preocupasen porque no les iban a bajar los sueldos, que los suyos sí, pero los de los funcionarios no los iba a tocar. Mire usted que bien, no sabe el alcalde que la mayoría –tampoco hay que generalizar– de los funcionarios se han ganado su plaza en una oposición pública defendiendo unos conocimientos, y no presentándose a unas elecciones. Pero en fin, otra vez en los medios. Y acaba la semana con la bandera del orgullo gay ondeando en el Ayuntamiento y todas las televisiones públicas y privadas del país retransmitiendo el momento. Tal vez nadie les ha dicho que está muy requetebién dar visibilidad a determinados colectivos y darles voz, pero que el protocolo establece que «en cualquier lugar que luzca la bandera nacional, no podrá haber otra de mayor tamaño». Como tampoco nadie les ha dicho que utilizar en estos momentos expresiones como que la ciudad «funciona» suena mal, aunque lo diga Teresa Rodríguez En fin, nadie nace sabiendo, ni siquiera Juan Carlos Aragón que se puso a ver ‘El Cascabel’ pensando quizá que se trataba de un documental de animales sin que nadie le advirtiera de que también existen animales carroñeros.
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