Reyes Magos
El Zeppelin sobre Cádiz. Por Rafael Garófano (versión completa).
Desde la primera vez que vi esta fotografía, que no es infrecuente verla reproducida, siempre me ha impactado. Es de una espectacularidad tan extraordinaria, que después de la primera impresión se tiende incluso a pensar en su irrealidad. Como si nos mostrasen la fotografía de una ballena saltando del mar a la bahía, por encima de la ciudad. Está la aeronave tan baja y tan “bien situada” respecto a la Catedral, que tenemos la referencia perfecta para percibir sus gigantescas dimensiones. Un encuadre tan extraordinario que sería improbable que fuese fruto de una fotografía accidental, llevándonos incluso a pensar en la posibilidad de un fotomontaje. Todo lo cual terminó por provocarme el interés por esta imagen, relativamente reciente, pero, sin duda, un hito en la historia de la fotografía en Cádiz.. Naturalmente, todo debía empezar por conocer más sobre los “dirigibles”, para intentar saber cómo, cuando y por qué pasó esta aeronave por el cielo de Cádiz. Una circunstancia que pronto se vinculó al hecho de que la empresa alemana del “Conde Zeppelin” que había fabricado estos gigantescos globos aerostáticos y los hacía volar por medio mundo, decidiera que era interesante establecer una línea comercial entre Europa y América, teniendo a Sevilla como escala de tránsito. Eran los años finales de la década de los veinte, en los que había una gran atención por los avances de la aviación, en los periódicos había secciones fijas que hablaban de ello y en Cádiz, desde 1926, ya existía una factoría que construía hidroaviones (en un mundo prácticamente sin aeropuertos). Un ambiente que explica el que por aquellas fechas, aunque aún no existían líneas de transporte aéreo y casi nadie se había montado en un aeroplano, en Cádiz existiera un aero-club. La primera vez que un “Graf Zeppelin” se posó en la base sevillana de Tablada fue el 16 de abril de 1930.. La expectación popular fue enorme, sin precedentes la asistencia de visitantes a la ciudad y tremenda su repercusión en los medios de comunicación. Un acontecimiento que ponía broche a la gran Exposición Iberoamericana que se celebraba en la ciudad. Un vuelo de prueba desde Alemania a Sevilla, y vuelta, que fue capitalizado políticamente por la Corona, el Gobierno y las autoridades. Pero ya en aquella ocasión algunos gaditanos pudieron ver la gigantesca aeronave, cuando esta, haciendo tiempo para que las condiciones meteorológicas facilitaran “amarrar” en Sevilla, dio una vuelta enfilando el Guadalquivir y sobrevolando placidamente la bahía de Cádiz. Como el acontecimiento era en Sevilla, fotógrafos locales, y otros llegados a la ciudad, estuvieron muy pendientes para registrar con sus cámaras las imágenes que después se publicarían en los periódicos y las revistas ilustradas. Entre estos profesionales estaba el fotógrafo sevillano Eduardo Rodríguez Cabeza, apodado “Dubois”, con estudio de retratos abierto desde 1909 y ya afamado reportero gráfico. El día 19 de mayo de 1930, nuevamente un Zeppelin procedente de Alemania fue observado desde Cádiz en su ruta a Sevilla, donde haría escala en el vuelo inaugural de la línea transatlántica a Pernambuco, en Brasil. Al día siguiente, la prensa que hacía el seguimiento de aquella ballena errante, comunicó que esta apareció sobre el horizonte norte de Cádiz y se perdió con rumbo Oeste, marchando sin novedad a pesar del fuerte viento de levante. Los vuelos del dirigible “Graf Zeppelin” desde Alemania a Sudamérica, con escala en Sevilla, se fueron sucediendo, y, dadas sus gigantescas dimensiones (230 m de largo y 36 de diámetro máximo), lo frecuentemente bajo de su vuelo (200 m) y su velocidad media (88 Km./h), su paso, en la lejanía, ocasionalmente sería observado por los gaditanos. Pero el 18 de diciembre de 1934 se organizó un vuelo especial (que podríamos calificar como político-comercial) con un Graf Zeppelin que regresaba de América. Una “excursión aérea” sobre las provincias de Sevilla y Cádiz, concertada para contar con la presencia de Don Alejandro Lerroux, Presidente del Gobierno de la Republica. Suponemos que cuando esta noticia llegó a Cádiz el fotógrafo "Dubois" (instalado en la ciudad desde 1931, tras la procamación de la República) que ya conocía la importancia que podía tener este hecho, plantaría el trípode de su cámara desde bien temprano en lo alto de la torre Tavira. Sabiendo que desde 45 metros de altura, en el centro de la población y sin edificios alrededor que le interfiriesen el encuadre de la toma, dificilmente no se le presentaría la ocasión de obtener una buena panorámica de la ciudad bajo el salto de la gran ballena aérea. El vuelo parsimonioso sobre la ciudad de aquella inmensidad tecnológica era un acontecimiento para la ciudad, pero el hecho de que en ella viajaran las más altas autoridades de la nación lo convertían en un acontecimiento histórico. Unos pasajeros que ocuparían el proporcionadamente minúsculo cubículo que, como una rémora, navegaba pegado al vientre del aquel maravilloso animal que levitaba estéticamente por los aires de la modernidad. Don Alejandro Lerroux, que por aquellos días no paraba de dar mítines y discursos, defendiendo la República y reforzando su Partido Republicano Radical, aceptó la invitación de la Casa Zeppelin para aquel vuelo de paseo. Al señor Lerroux le servía como acto de propaganda, con gran repercusión en los medios de comunicación, y la empresa del Zeppelin esperaba conseguir que en Sevilla se construyeran un hangar, un depósito de gas y un “poste de amarre”. Este último, para superar la necesidad de que fuesen decenas de soldados los que, tirando de cabos, obligaran al cetáceo volador a posarse sobre tierra. En la barquilla, tras el mirador del comandante Eckenner (sabio alemán venido expresamente desde Alemania para este vuelo), estaban la cocina eléctrica y la sala de radiotelegrafía (en la que Unión Radio instaló un micrófono para retransmitir en directo las impresiones de los viajeros), un salón comedor para 24 personas y 10 cabinas, para dos personas cada una. Es decir que, además de los 36 tripulantes, aquella macronave solo estaba diseñada para transportar a 20 pasajeros, que debían ser estrictamente seleccionados (aunque “se colaron” algunos familiares). Entre otras personalidades, en este Zeppelin sobre Cádiz que captó la fotografía de “Dubois”, viajaban dos ministros del Gobierno, el Gobernador Civil, el Presidente de la Diputación y el Alcalde de Sevilla, el embajador de Alemania y el presidente de la compañía Graf Zeppelin, además de cuatro periodistas. Siendo interesante reseñar que, además de para el señor Lerroux (que había pasado su adolescencia en Cádiz, viviendo en el baluarte de San Roque y estudiando en el instituto Columela), aquel vuelo sobre Cádiz tuvo una emoción especial para el Director General de Aeronáutica, el gaditano Ismael Warleta, y para el jefe de protocolo del Ayuntamiento de Sevilla, Tomás Martín-Barbadillo, de padres gaditanos, muy vinculado a la ciudad donde había pasado su infancia. A las nueve cuarenta y cinco del día 18 de diciembre, el Zeppelin, que iba acompañado por una escuadrilla de estruendosos aviones, ya sobrevolaba plácidamente sobre Cádiz, haciendo lentas evoluciones de aeronave a gran cetáceo. Desde las plazas y las azoteas, la gente, saludando y dando palmas, esperaba con ilusión que la gran sombra se los comiera. Desde el cielo, los pasajeros, por las ventanillas abiertas de la aeronave, competían por saludar y señalar lo que más les impresionaba. Warleta, aprovechando la marcha del Zeppelin a 50 Km/h, se dedicó a hacer fotografías de su patria chica, mientras Martín-Barbadillo tomaba “impresiones de cine” de aquella “hermosa herradura de clavos de oro que es la bahía, con la realidad de Cádiz convertida en preciosa maqueta, con un festón de espuma dibujando su contorno”. Lerroux, con un pasado político marcadamente anticlerical y ahora en coalición con la derecha, dijo ante los micrófonos: “En el cielo se está muy bien, no lo sospechaba”, pero el irónico periodista Wenceslao Fernández Flores, desde las páginas de ABC, le aconsejó que tuviese cuidado “con irse por las nubes”, no le fueran a hacer los españoles, si sus condiciones de vida no mejoraban con la República, lo que hacían con las plagas de langostas, salir haciendo ruidos y alborotos para impedir que se posaran en sus tierras, que era España. Años después, en sus memorias, Lerroux escribió sobre aquel vuelo sobre Cádiz: “No había volado nunca. Hice mi bautismo del aire en un Zeppelin. Al pasar sobre el cementerio de Cádiz, donde hay sangre mía amasada en aquel polvo, dejé caer unas flores con el pensamiento puesto en mi madre. No había viajado jamás con sensación de mayor comodidad ni mayor seguridad. Comimos, bebimos y regresamos con los ojos llenos de maravillas y el alma colmada de admiración”. Esta fotografía, cuyo negativo conserva el nieto de su autor, el último de los “Dubois” (recientemente jubilado), se publicó al día siguiente en Diario de Cádiz, dos días después en ABC de Madrid, una semana después en la revista ilustrada Mundo Gráfico, de tirada nacional, y unos meses más tarde en la guía-anuario para viajero de Cádiz.
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