Laurel y rosas

Cuando llega la última vendimia

Llega la vendimia, esta vendimia temprana de agosto apenas antes vista en el Marco de Jerez, y en la ciudad, en las calles, en las bodegas, rezuma nostalgia. Lo que antes era –no hace tanto, veinte, treinta años tan solo– olor a mosto en cada calle, ahora es solo nostalgia, añoranza, melancolía incluso, por aquellas reatas de burros, aquellos carros, aquellos pascuali, aquellos tractores, aquellos camiones que cruzaban La Banda y El Lugar a todas horas en busca de los lagares y la satisfacción de una cosecha, la cosecha, que alimentaba Chiclana. Desde la calle Hormaza abajo se desparramaban bodegas que aún hay quienes las recuerdan como lo hacía Dionisio Montero: "En la Alameda, la bodega de Guerrero y la de Rodríguez Barberá. Calle Álamo, bodegas de Alcántara y de Cossío. En la Corredera, Manuel Leal El Lejo, y en el Castillo, Antonio Ruiz Castillo, por supuesto. En la calle La Rosa, la de Bernardo Moreno. Y bajando del Castillo a la calle Convento, en donde residieran los Agustinos Ermitaños, tenía su bodega don Agustín Macías Cabañas, El Organista. Muy cerca de allí, en la calle Santo Cristo estaba la famosa bodega de Puerto, negocio que iniciara el gran torero Paquiro".

En cada calle una bodega y en cada familia una viña, que así era aquella estampa hasta los años setenta. Hoy Chiclana es otra, la vendimia transcurre con sigilo, apenas se ve ni se huele. Ya ha comenzado y ya está a punto de acabar, nada que ver con aquellos dos meses largos de vendimia que comenzaban con la Patrona, el 8 de septiembre, con la uva Palomino y finalizaban incluso entrado noviembre cuando se cortaban los últimos liños de uva Rey. Eso sucedía en los años cuarenta y los cincuenta, por ejemplo, cuando mi padre y mi abuelo –el Juan Porrín de los relatos y la memoria de Antonio Moreno Andrade– iban con las reatas de caballos, yeguas y burros de viña en viña para trasladarla, entre otros lagares, a aquella primera Cooperativa, la de San Juan Bautista, por entonces en la cuesta del Matadero. Hoy, ya con más de ochenta años, ahí sigue mi padre, Fernando, con el cuerpo ya mermado, pero como siempre nervioso, ilusionado, pendiente de una nueva vendimia.

"Esta no es una vendimia más, sino una vendimia menos", me dice Manolo Manzano Ortiz, presidente de la Unión de Viticultores Chiclaneros. Y así es. Para mi padre, Fernando Rodríguez Sigüenza, quizás sea la última. “Somos tiempo. Solo un cierto depósito de tiempo”, afirma el filósofo Javier Gomá en su monólogo Inconsolable. Y el tiempo pasa, corre, vuela. Y llega el momento, a veces aunque nos duela, de echarse a un lado. El tiempo, el cuerpo, la mente, no perdonan. Llegó la hora de dejar la Junta Rectora de la Bodega Cooperativa, la Unión de Viticultores Chiclaneros, después de 28 años y también de cortar los últimos gajos de uva después de toda una vida entre viñas, desde la Pedrera Blanca hasta Los Llanos, la última. La viña, las cepas, la uva, el Fino Chiclanero, la Bodega Cooperativa, el vino de Chiclana, han sido todo –y lo serán– para mi padre. El viñista, con o sin cepas, con o sin vendimia, lo es siempre, como ningún chiclanero deja de serlo. Pero, por dentro, por donde corre la sangre –y también el vino–, lo hace también el dolor, la rabia, por tener que renunciar a un modo de vida, un modo de sentir, un modo de ver el mundo y un modo de trabajar siempre por y para Chiclana.

Pero lo que no se deja es la generosidad. Tampoco a los amigos. La Unión de Viticultores Chiclaneros, con toda su Junta Rectora y Manolo Manzano al frente, le ha homenajeado por tantos años, desde 1992, como tesorero de una bodega cooperativa de la que fue socio fundador. Lo mismo que el Ayuntamiento de Chiclana, como ejemplo de lo que ha significado –y aún lo hace– la viticultura para Chiclana. Igual que el Consejo Regulador de la D. O. Jerez-Xérès-Sherry y su presidente, César Saldaña, le han agradecido tanta dedicación a la viña y a la defensa del cooperativismo vitivinícola. También la Junta de Andalucía, desde la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible, con Ana María Bertón y Daniel Sánchez Román, como delegados territoriales en Cádiz, le han homenajeado por su pasión y defensa del vino de Chiclana.

Hay que ser generoso con quienes son generosos. Gracias a todos los que le habéis transmitido cariño y alegría por estos homenajes, que son inmerecidos porque nunca mi padre los buscó. Pero lo agradece, con sencillez, con alegría. Cuando el cuerpo no responde y la edad avanza, siempre es bonito recapitular, recordar, porque uno ya no sabe hasta cuándo estará contigo la memoria. Todos estos –hasta la misma vendimia de esta semana– han sido días entrañables, porque ha tocado recordar a aquel niño que desde el Matadero Viejo iba con la reata y los serones a por la uva al Marquesado. Hay veces en las que lo mejor que se puede decir es gracias. Gracias a todos los que le han agradecido, con sus 81 años, la pasión por la viña y el vino de Chiclana. Pero sobre todo gracias a ti, por todo lo que has dado, por todo lo que has trabajado por Chiclana y su viña, por nosotros.

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