La espectacular despedida de Cádiz Romana: Gades por los cuatro costados

La segunda edición del programa Orgullos@s de Nuestra Historia concluye con una propuesta escénica 360º que aúna vocación artística y rigor histórico en una abarrotada plaza de la Constitución y Puerta de Tierra

Las imágenes de "Foedus, Gaditanorum", el espectáculo de clausura del festival Cádiz Romana

Pasión Vega, como diosa Nike, desciende de los cielos en el espectáculo de clausura de Cádiz Romana. / Lourdes de Vicente

En el mismito arranque de la Vía Augusta, la imponente calzada que unía Cádiz con Roma –y posiblemente la primera autopista de Europa, que dicen los que saben de esto– la ciudad celebró la noche del sábado la gran despedida del orgullo de su pasado romano. Puertas de Tierra, plaza de la Constitución, en el mapa del Cádiz actual, un marco con significante y significado para que Gades resurgiera por los cuatro costados. Por los cuatro costados del entorno, por los cuatro costados de un faro –que sí, que encendió su cara oculta para deslumbrarnos a todos– y por los cuatro costados de un espectáculo que agarraba la cabeza y la atención del espectador para girarla de un lado a otro.

Porque así –ahora mirando al cielo, ahora mirando a la tierra, ahora girando la espalda– nos tuvo durante una hora clavada Foedus, Gaditanorum, la pieza construida por el gaditano Juan Sebastián Domínguez con la participación de medio millar de actuantes, entre cantantes, actores y bailarines, para despedir el Festival Cádiz Romana, segunda edición del proyecto municipal Orgullos@s de Nuestra Historia.

Foedus, Gaditanorum que toma de la mano a Gadir, el resurgir de los fenicios, con el que el pasado año La Fura dels Baus echaba a volar en La Caleta, para contar un nuevo capítulo de la historia de Cádiz, esta vez, de forma más entendible, más asequible y digerible gracias a una introducción en la que una voz en off nos situaba en ese justo momento en el que Gadir pasa a ser Gades sin derramamiento de sangre, sino con un pacto, ese Foedus de Gadir, que ya se nos presentó en el espectáculo inaugural de este Cádiz Romana, pero que en esta clausura se desarrolla y se ramifica con mucha más belleza y seriedad.

La llegada en barco de Julio César (José Flor) a Gades en el espectáculo clausura de Cádiz Romana. / Lourdes de Vicente

Vuelven Balbo El Mayor (Jay García) y Julio César (José Flor) y, con ellos, sus parlamentos de la importancia (y del cariño) de este trocito de tierra para Roma ; vuelve el bailaor Eduardo Guerrero, representante del pueblo de Gadir, al que el año pasado dejamos en las arenas viñeras, y que en el trancurso de esta pieza se convertirá en ciudadano libre de Gades con sus brazos infinitos, sus zapateados imposibles, su presencia inconfudible, su elegancia indiscutible; y vuelven las voces de los integrantes de diferentes coros de la ciudad, las melodías de sus compositores y de ese genio callado que es Calde Ramírez para envolvernos en un nuevo manto sonoro que nos abriga en una noche en la que sentimos que todo puede pasar.

Hay regresos y continuidad armando el espectáculo, pero estos locos romanos también nos traen buenas nuevas. Ave diosa Nike, encarnada en Pasión Vega, que desde los cielos nos trae su canto que nos acaricia los oídos –Roma revolution, Roma Imperium, Roma victoris, Roma mare nostrum- y desciende para recoger el pacto entre Gadir y el Imperio. Ave Marta Ortiz, la sensual y libérrima Teletusa, que igual se ajusta al papel histórico de la más famosa e las puellae gaditanae (las reconocidas bailarinas de Gades), que rompe las costuras del tiempo para cantarle a las mujeres libres en un ambiente desatado que roza más la rave que la bacanal. Quizás el cuadro más arriesgado de la propuesta escénica que Marta Ortiz defiende con valentía. Ave Susana Rosado y ave a las bailarinas que con sus movimientos en la fuente de la plaza de la Constitución emulan a peces en medio de una de las artes milenarias de la pesca que todavía sobrevive en nuestras costas, la almadraba. Una de las más bellas escenas de este espectáculo donde no se sabe dónde mirar porque todo se solapa o concurre a la vez.

En el primer piso del faro se sitúan los actores, en el piso bajo algunos bailarines y la pantalla que nos devuelve la imagen de Eduardo Guerrero que baila en ese mismo momento en el escenario de la fuente. / Lourdes de Vicente

La escolanía de infantes gaditanos canta en el escenario que desemboca en la fuente, pero mientras Eduardo Guerrero está bailando en la primera planta del faro que se levanta frente a los patronos San Servando y San Germán, pero a la vez la sombra del racial bailaor, como de la Peter Pan, juega a escaparse por la muralla de las Puertas de Tierra, que a veces está a oscuras, que a veces iluminada y, a veces, hasta escupe fuego desde su paseo superior. Todo al mismo tiempo, todo sucede, Gades quiere salir desde los cuatro costados.

Julio César llega en un barco. En un barco, sí, que arriba al faro desde uno de los arcos de la Puerta de Tierra. Desde otro, que navega desde Extramuros, llega Pompeyo, con quien batalla y al que Gades vence. Las legiones de ambos gobernantes luchan cuerpo a cuerpo dándonos una muestra de la famosa formación tortuga que frenan las flechas –flechas romas, claro– que se arrojan entre un bando y otro. Y todo se encandena, y todo se desarrolla sin respiro por los cuatro costados de esta Gades tan imaginada por el arte como sustentada por la Historia.

Y vuelve a hablar César para otorgarnos la ciudadanía romana y llega el momento de celebrar. El espectáculo ya acaricia sus postrimerías, Cádiz Romana, como septiembre, ya se está escapando y como despedida, como una vuelta a la realidad, Pasión Vega, que antes habló en latín la lengua de Antonio Martínez Ares, ésta la canta en gaditano. El reencuentro entre intérprete y compositor –qué bien le sienta a Ana Antonio y qué bien le sienta a Antonio Ana–se consuma con uno de esos piropos del compositor a la ciudad sin la que no puede vivir. Y ya no hay Gades –casi que diría que la melodía guiña un ojo a las américas que próximamente vendrán– sino Cádiz que habla de su pasado, su presente y su futuro. Cádiz que aplaude fuerte, que se enciende, como la palabra Gades en el Torreón de las Puertas de Tierra, tan bonita por sus cuatro costados.

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