Miguel Cuesta, el directivo institucional

Gaditanos de perfil

Es un pionero en gestión de seguridad privada

Miguel Cuesta mostrando una de las equipaciones del Cádiz C.F. de la temporada 1997-1998. / Julio González
José Joaquín León

29 de abril 2017 - 07:34

ES un hombre cordial y un trabajador infatigable. Se le puede considerar ideal para las relaciones públicas e institucionales. Es conocido por su trayectoria en la seguridad privada, y sobre todo por su vinculación al Cádiz CF. Pero hay más.

Miguel Cuesta Ochoa (Cádiz, 1951) vivió su infancia en la calle Cervantes, 44. En aquella casa había 20 habitaciones. Su padre, Miguel Cuesta Revuelta, trabajaba como administrativo en la Comandancia de Ingenieros del Parque. Con él aprendió Miguel a sumar y a restar. Es una de las personas que más le ha marcado en su vida, por lo que le enseñó y por la tristeza imborrable de quedarse huérfano cuando tenía 9 años.

Su madre, Ana María Ochoa Moreno, que era ama de casa, se quedó viuda y con cuatro hijos. Además de Miguel, Ana María, Milagros y Paco. Pese a las dificultades, recuerda con alegría aquellos años, en una casa donde vivían otros familiares, como su tío, el cura Antonio Arana, que fue coadjutor de San Antonio.

Miguel Cuesta empezó a estudiar en el colegio de las Carmelitas, donde tuvo como compañero de banca a Carlos Medina. Tras pasar por el colegio de la calle Zaragoza, siguió en La Salle Viña. A los 13 años empezó a trabajar de auxiliar administrativo para ayudar en casa. Por ello, se matriculó en el bachiller nocturno. Hasta que cumplió los 19 años trabajó en la empresa de coloniales y chacinas de Antonio Vázquez.

Cursó estudios de contabilidad. Se abrió otra etapa en su vida con el servicio militar. Estuvo en Cerro Muriano y fue destinado a las oficinas de la Cruz Roja de Cádiz, que había sido militarizada. Poco después siguió trabajando como contable en Frío Comercial e Industrial, que tenía oficinas en el edificio El Fénix, tras haber pasado por Pescanova.

En 1972 comenzó su gran etapa profesional en un sector que entonces era pionero en España: la seguridad privada. Esabe Express abriría sede en Cádiz y necesitaban un gerente. Presentó su curriculum, hizo un curso en Madrid y fue elegido. Así fue director provincial de Esabe Express en Cádiz desde 1973 a 1990, aunque desde 1983 también era director general para Granada, Málaga, Huelva y Extremadura. La empresa era conocida por la vigilancia y transporte de fondos, pero también cubría sistemas de alarmas y paquetería. En la provincia llegaron a tener 1.000 personas trabajando.

Miguel Cuesta solía cambiar de coche cada dos años, porque recorría una media de 120.000 kilómetros anuales. Visitaba todas las sucursales de la provincia, además de los contactos institucionales. Se pasaba semanas viajando.

En 1990, Esabe, cuyo presidente era José Luis Aguirre, pasó por una situación económica difícil. Las empresas fueron adquiridas por la multinacional sueca de Securitas, con sede en Estocolmo, que actualmente tiene 300.000 empleados entre Europa y América. Miguel Cuesta se vio con un horizonte mucho más amplio. Fue nombrado director general de Securitas para Andalucía Sur y Extremadura, un cargo que desempeñó hasta 2014. En ese periodo hizo unos 200 cursos de formación y viajó por toda España, además de Francia, Alemania y Suecia. Es un buen conocedor de Estocolmo. Actualmente es consejero externo de dos empresas.

Miguel es muy popular por su vinculación al Cádiz CF. Ya era socio en los años 60 y 70, cuando estaba Márquez Veiga en la presidencia. Empezó a colaborar con el club cuando tenía 24 años. Manuel de Diego le contrató servicios de seguridad. En el partido del ascenso a Primera, ante el Tarrasa, montó un servicio con 100 vigilantes privados. Después colaboró con Manuel Irigoyen, al que admira por lo que consiguió. Fue asesor. Con Javier Téllez como tesorero, le contrataron servicios, entre ellos detectives para vigilar a jugadores juerguistas.

En 1995 entró como consejero del Cádiz con Antonio Muñoz. Desde entonces ha estado con todos: como consejero oficial con Rafael Mateos, Antonio Muñoz, Enrique Huguet, Juan José Pina y Alessandro Gaucci. En 2013 se quedó como consejero externo. Así ha seguido con Quique Pina y Manuel Vizcaíno. En esos años se ha ocupado especialmente de las relaciones institucionales con las autoridades y las peñas. Numerosos viajes, en los que ha visto un gran cariño por el Cádiz.

A veces se ha comentado: ¿cómo ha podido estar en todas las directivas del Cádiz, incluso en los momentos más conflictivos? Dice que siempre ha estado junto a las personas y junto al Cádiz. Sobre su amistad con Antonio Muñoz Vera (que pasa por un delicado momento de salud), recuerda que se le ha criticado por lo que hizo, pero que también estuvo cuando nadie quería estar y que salvó dos veces al Cádiz. Además cree que su hijo, Antonio Muñoz Tapia, realizó una buena gestión para transformar el club en momentos complicados. Valora que el Cádiz está ahora en un gran momento, con una gestión muy profesional. Se lleva bien con Vizcaíno y con Pina. Destaca su relación con Pepe Rodríguez Murillo y Paco Puig, dos cadistas a los que considera especialmente entrañables.

Fue rey mago (Baltasar) en 1998, junto a Mikel Elorza y Marcos Zilbermann. Pertenece a la Asociación de Reyes Magos desde 1995. Ese año, a petición de Fernando Delgado Lallemand, empezó a organizar el partido benéfico con los veteranos del Cádiz. Le ayudó para ello Hugo Vaca. Se comprometió a seguir organizándolo, junto a Rodríguez Murillo. Desde entonces han venido los equipos andaluces de veteranos, Real Madrid, Barcelona, Atlético, Benfica y otros clubes de Portugal. Especialmente difícil fue hacer un combinado de Sevilla y Betis, para lo que convenció a los presidentes Cuervas y Lopera, algo que parecía imposible. Es consejero permanente de la Asociación de Reyes Magos. Y es aficionado a los toros, casi tanto como al fútbol. Acude a capeas y tientas. A veces torea becerros.

Le interesan las tradiciones y fiestas de Cádiz. Es hermano del Nazareno del Amor desde 1958, cuando lo apuntó Leonardo Andamoyo. Ha salido de acólito en su juventud y muchos años de penitente con cirio. Aún sigue. Este Lunes Santo salió al frente de una de las secciones. Además, es devoto de la Esperanza de Triana.

En el Carnaval ha colaborado con sus empresas, patrocinando muchos libretos y bombos de agrupaciones. Se le suele ver por el Falla durante el concurso. Antonio Martín le compuso un pasodoble... para Esabe Express.

Miguel se casó en la parroquia del Carmen y es padre de dos hijos: Carmen (que trabaja en Chiclana) y Miguel (que es preparador físico y estuvo en el San Fernando, y que ahora trabaja en Murcia). Tiene una nieta: Blanca.

En su vida hay dos referentes. El primero fue su padre, al que perdió en su niñez. “Yo no hago nada que no se lo dedique a mi padre. Cada día me acuerdo de él”, afirma. Y el otro es Antonio Martín de Mora, al que admiraba como persona y como empresario. Cree que sería justo dedicarle una calle: propone la rotonda que se encuentra en el parque, junto al antiguo Cortijo. Sería el primero en firmar, si hiciera falta.

Miguel Cuesta es un hombre de muchas vivencias, al que le gusta saber lo que piensa la otra persona. Eso le ha permitido tener muchos amigos. Incluso volver a serlo de quienes a veces le han negado el saludo. ¿Cómo se consigue eso? Con el respeto y la educación que son su norma de vida.

Suplente de Baena en el Cádiz Juvenil

Miguel Cuesta hizo sus pinitos como futbolista. Jugaba de extremo izquierdo y fue suplente de Paco Baena en el Cádiz juvenil. Corrían los últimos años 60 y Miguel compatibilizaba los entrenamientos del equipo, en los antiguos cuarteles de Varela, con su trabajo en la empresa de Antonio Vázquez. Entonces entrenaba al Cádiz juvenil el recordado Alfonso Vargas, que no tenía dudas: Baena jugaba de titular. “Paco era mucho mejor que yo. Era un rematador espléndido”, reconoce Miguel Cuesta, que se retiró pronto para dedicarse a su trabajo. De niño, jugaba en la calle con futbolistas del Cádiz de entonces, como Pedrusco, García Verdugo o Llona, que vivían en la calle Cervantes, como Miguel. Los niños del Mentidero jugaban con pelotas de trapo, formando equipos de calles (Cervantes, Vea Murguía, Hércules, etcétera).

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