"Los de ETA fueron solo los ejecutores"

Hoy se cumplen 40 años del asesinato del almirante Luis Carrero Blanco, entonces presidente del Gobierno José Enrique, uno de sus cinco hijos, recuerda a su padre

El almirante en el bautizo de uno de sus nietos gaditanos en la parroquia de San Severiano.
Emilio López Cádiz

20 de diciembre 2013 - 01:00

José Enrique Carrero-Blanco y Pichot (Palma de Mallorca, 1939) recuerda que el 20 de diciembre de 1973 se encontraba en el Arsenal de La Carraca, a bordo de la corbeta 'Atrevida', de la que era el segundo comandante, dado que el barco, que habitualmente realizaba tareas de apoyo a los pesqueros españoles en aguas saharianas, estaba siendo sometido a unas pequeñas reparaciones.

"Mi mujer (María Victoria Martínez-Hombre Capellán) acababa de salir de cuentas de mi hijo mayor, Luis, que nació en Cádiz el 4 de enero de 1974, y cuando me llamó el comandante pensé en ella, pero me informó de que mi padre había sufrido un accidente".

Luego supo que su padre, el almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno, había sufrido un atentado tras asistir a misa, como así todos los días, de la iglesia de San Francisco de Borja .

Una bomba enterrada bajo la calle Claudio Coello hizo volar por los aires el Dodge 3700 hasta la azotea de la residencia provincia de los jesuitas, en la madrileña calle Serrano, falleciendo en el atentado tanto Carrero Blanco como el chófer y el inspector de Policía que lo acompañaba.

Ese día José Enrique, entonces teniente de navío y actualmente capitán de navío jubilado, fue trasladado en avión desde la Base de Rota a Madrid, junto con sus otros dos hermanos también marinos y destinados en Cádiz, Luis, vicealmirante retirado, y Guillermo, ya fallecido.

El hijo menor del almirante recuerda que en el atentado falleció el inspector Bueno, que llevaba poco tiempo con su padre, y que lo mismo le podía haber ocurrido a una de sus dos hermanas, Angelines, que habitualmente lo acompañaba a misa y no lo hizo ese día porque tenía a unos de sus hijos enfermo. "No estaba de Dios", indica.

"Mi padre nunca pensó que fuera a sucederle algo así, él era muy creyente y estaba convencido de que Dios es el que dispone", afirma, para añadir que "quizás para él incluso pudo ser una muerte deseada, porque acababa de comulgar y murió sin dolor".

En cuanto a la autoría del atentado, atribuido a cuatro miembros de ETA, asegura que "no me lo creo, los de ETA fueron solo los ejecutores, aunque nunca se nos ha aclarado toda la verdad de aquella trama y la consiguiente investigación".

Al respecto de distintos libros que se han publicado sobre aquel magnicidio, el último Matar a Carrero Blanco: La conspiración, de Manuel Cerdán, apunta que "unos me han gustado más y otros nada".

De su padre destaca que era un hombre austero, "no hizo fortuna, vivía en una casa de alquiler", y cuando lo mataron estaba terminando de pagar un apartamento en Campoamor, cerca de Orihuela (Alicante)".

En esa misma línea, tras calificarlo como "un hombre ejemplar", cuenta que su hermano Luis conserva recibos de su padre devolviendo dietas de viaje. "Aunque han llegado a levantar algunas calumnias, entre ellas que era dueño de media Guinea, vivió de su sueldo", asegura.

Pese a ello reconoce que corrupción ha habido siempre, y cita el caso Matesa y el del aceite de Redondela, "pero la de ahora lo supera, se ha convertido en algo cotidiano".

En cuanto a su ideología señala que "vivió su época, era un militar que había estado en la guerra, que habí0a visto fusilar al 60 por ciento de sus compañeros del Cuerpo General de la Armada, a lo que no aluden los de la memoria histórica". Finalmente señala que "tampoco nadie cuenta que en los colegios de huérfanos de la Armada y del Ejército entraban hijos de marinos de los dos bandos".

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