La tradición vive en un recodo de la calle Compañía

Cádiz Norte, Cádiz Sur | Serafín Gabriel Camacho

La cuchillería de Serafín Gabriel

es el comercio más antiguo que queda abierto en la ciudad, fundado

por su bisabuelo en el año 1897

Serafín Gabriel afila un cuchillo en su establecimiento de la calle Compañía. / Lourdes De Vicente

El perfil: Un fan del coleccionismo

Nació el 2 de junio de 1969 en el hospital de San Juan de Dios. Estudió la EGB en el colegio Jaime Balmes (Arbolí) y FP Administrativo en el instituto del Corralón. Empezó a ayudar a su padre en la cuchillería a los 16 años. Ya al volver de la mili, que hizo en Canarias, se quedó para siempre en el negocio. Cogió las riendas muy pronto, en 1992, debido al fallecimiento de su padre. Está casado con Pilar Gavilán. Tienen dos hijos: Celia, de 25 años, y Serafín, de 12. En sus ratos libres se dedica al coleccionismo. Es un gran futbolero, socio del Cádiz desde los 12 años, que atesora 21.000 insignias de equipos españoles. También colecciona camisetas de fútbol y navajas de todo el mundo. Su gran afición son los puzzles de serie. Hace poco completó el más grande del mundo, con 32.256 piezas. Ahora, otro con 40.320 le ha superado en el ránking. Por supuesto, Serafín se ha puesto ya manos a la obra. “Es de Disney y cuando lo acabe me gustaría donarlo a algún hospital infantil o cualquier sitio donde puedan disfrutarlo los pequeños”, apunta.

Entrar en la cuchillería Serafín es como retroceder en el tiempo. Más tradición no cabe entre sus cuatro paredes. Ni más historia. Estamos ante el comercio más antiguo de la ciudad. No ha cambiado de actividad desde que en el mismo recodo de la calle Compañía lo fundase en 1897 Serafín Gabriel Estévez, el bisabuelo del actual propietario, Serafín Gabriel Camacho. Cuatro generaciones, ahí es nada. “El banco de trabajo es el primitivo”, dice antes de mostrar las poleas “de cuando se trabajaba con el pie porque no había electricidad”. Un pequeño museo dentro del negocio. Un comercio que debería contar con protección oficial.

Es curioso. Por mucho que la tecnología, la humanidad o las costumbres han cambiado y avanzado, los cuchillos siguen necesitando quienes los afilen. Aquí es donde entra en acción Serafín Gabriel, que tiene clientes por toda la provincia. “Y no me faltan de fuera de Cádiz”, apunta. El boom de la hostelería, de la gastronomía, ha redundado en beneficios para este negocio. “Ha evolucionado tanto y se ha profesionalizado tanto, que son muchos los encargos para afilar cuchillos profesionales”, explica. No le faltan tampoco trabajos para modistas y sastres, principalmente por las tijeras, e incluso profesionales de la sanidad o carpinteros. Serafín enseña el instrumental de un cirujano plástico de Sevilla que confía en su destreza como afilador. “También trabajo con clínicas de Madrid y turistas que vienen todos los veranos aprovechan para traerme encargos”, señala mientras envuelve unos cuchillos en papel de periódico que recoge una cliente.

Aprovecha para hacer un apunte sobre el turismo de cruceros. “A mí no me aporta nada”. No es una queja, pues tiene su explicación. “Los turistas no pueden subir armas al barco, como es normal, pero se hartan de hacer fotos de la tienda”, dice.

"Los turistas no pueden subir armas a los cruceros, pero se hartan de hacer fotos de la tienda"

Serafín quiere hacer un apunte sobre un cliente especial: el escritor Arturo Pérez-Reverte. “Entró a comprar una tijeras para bigotes y un cortaúñas. Me quedé de piedra porque soy un gran lector de sus obras”, recuerda. Desde entonces mantienen una buena amistad y el literato, cada vez que viene por Cádiz hace parada para saludarle. La buena relación entre ambos llega hasta tal punto que Pérez-Reverte citó a la cuchillería en su libro El asedio, ambientado en un Cádiz sitiado por las fuerzas napoleónicas a principios del siglo XIX. “Él mismo aclaró que se había tomado una licencia citando a mi tienda, puesto que no estaba abierta en esa época”, recalca.

La situación del comercio tradicional es una preocupación para Serafín, que se mantiene en una esquina de rancio abolengo compartiendo paisaje con el popular bar Brim. “Llama la atención que un comercio tan añejo y especializado como este se mantenga abierto. Me lo dicen los turistas nacionales porque en sus ciudades, generalmente, no quedan ejemplos, porque en los cascos históricos todo es casi uniforme con las franquicias”, destaca. El propio Serafín, gran viajero, dice que ha visitado muchos municipios de España en los que ha buscado a colegas del gremio, sin mucho resultado. “La mayoría de las cuchillerías han cerrado”, añade.

"La mayoría de las cuchillerías que había en España han cerrado"

Cuenta Serafín que en la calle Compañía solo quedan en pie cuatro negocios desde que él empezó: el Brim, la farmacia, el estanco y su cuchillería. En muchos de los otros locales las actividades siguen cambiando. A Serafín le queda mucho para jubilarse. ¿Habrá una quinta generación al frente? Lo duda. “Sentimentalmente me gustaría, no voy a negarlo. Pero mi hija, la mayor, ha tirado por otro lado y el pequeño, de 12 años, me gustaría que tuviese un trabajo menos sacrificado. Ya veremos”, concluye dejando una puerta abierta a una posible sucesión.

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