Morante de la Puebla y otras mil maneras de cortarse la coleta

Taurinas

Lagartijo fue el primero que hizo público, por fotografía, un ritual que se hacía en la intimidad

Las ceremonias en el ruedo se generalizaron en el Siglo XX, cuando ya los toreros no trenzaban coleta

Un grabado del XIX, cuando en vez de decir que un torero venía con la escoba para mandar a los demás a su casa, se decía que venía con la tijera de cortar coletas. / Archivo
Francisco Orgambides

14 de octubre 2025 - 17:52

Una de las muchas paradojas –o bulerías– del toreo es que los toreros se cortan la coleta: no llevan coleta desde que Belmonte prescindió de esa tradición, la ceremonia es quitarse el postizo o añadido.

Tampoco es que se la corten siempre. Por ejemplo, El Juli no lo hizo. Los toreros del XVIII tampoco se la cortaban porque en esa época no eran ni mucho menos los únicos coletudos de la sociedad. A lo más que llegaban tras su retiro era a pedir al Rey un estanco de sal o un cargo público, como Pedro Romero o el picador Cristóbal Ortiz, o a pedir a la comisión de la Casa de Matanza del lugar una tabla para despachar carne o un puesto de mozo numerario del matadero, como en Cádiz Bartolomé Ximénez o Juan Conde.

Fue Lagartijo el primero que escenificó en público el corte de coleta, además de ser el primer matador que tuvo la idea de pegarle el útimo rebañon a esto montando una temporada de corridas de despedida.

Ya no tenía tanto cartel como antes e incluso tampoco fueron triunfales sus despedidas, más bien lo contrario. Tanto es así que en la prensa taurina de la época se publicó un hiriente cuarteto sobre la coleta de Lagartijo:

“Si se fue como un maleta,

quien disfrutó glorias vana,

aquí yace su coleta,

respetad sus muchas canas”.

Por fin en su casa se cortó la coleta en la intimidad. Se dice que se la cortó quien hoy llamaríamos “su pareja”, porque aquel califa ya estaba viudo.

Fue en el campo, en el caserío de su su finca 'Pendolillas. Pero repitió la escena en su casa de Córdoba y se tomaron dos fotografías. En una le cortaba la coleta un barbero cordobés, en la otra su hermana.

Pero siempre en la intimidad, en familia. Así lo hicieron Frascuelo tres años antes y Guerrita seis años después. A Guerrita se la cortó su mujer ante la familia, cuadrillas y algunos invitados.

Retiradas anunciadas o por sorpresa, como la de Machaquito que hasta anuló una campaña en México y también se la cortó en familia, con su mujer y dos hijas, y con algún revistero taurino presente. Eso sí, en el Hotel Palace de Madrid, que tampoco es mal sitio.

Y Bombita. La figura de los Bomba de Tomares, tampoco se cortó la coleta en el ruedo en su despedida de Madrid, que celebró con un gran banquete, también en el Palace.

Más dramático fue el corte de coleta, pocos años antes, de Luis Mazzantini. Toreaba en Guatemala mientras su esposa le esperaba en México D.F. Cuando llegó Mazzantini su mujer acababa de morir y el torero se cortó la coleta y la anudó en la muñeca del cadáver de su esposa. Nunca volvió a los ruedos.

Porque eso sí, los toreros antiguos eran gente seria y si se iban, ¡Adiós Madrid!. Nada de reapariciones. Eran puntos finales y no puntos y aparte. Al menos hasta que Rafael el Gallo se cortó la coleta en Valencia y volvió poco después. O Antoñete cuando volvió a la arena apenas una temporada después de su sobrecogedora retirada en Las Ventas con la ceremonia de su querido cuñado Parejo quitándole el añadido. Regreso que nunca agradeceré lo bastante.

Casi peor que volver como Rafael el Gallo –casi sin interrupción desde su retirada en 1918, cosa que molestó mucho a su hermano Joselito– fue lo de Antonio Fuentes, que estuvo casi cinco años avisando de una retirada que nunca cristalizaba.

En fin, había mil maneras de irse de los toros y tampoco era nada raro hacerlo montandouna corrida de beneficio de despedida, como Antonio Ortega 'El Marinero' en Cádiz o el sanluqueño Hermosilla en México, en la plaza de Chapultepec. Por cierto que El Marinero se despidió en 1900 en un festejo mixto, con dos toros para el y cuatro para dos novilleros. Alguna ventaja tiene que traer la veteranía.

Al hilo de la despedida de Hermosilla en México –tuvo otra en España– en aquella orilla del toreo se guarda la costumbre de asociar la retirada y corte de coleta de los toreros en el ruedo con el son de 'Las Golondrinas'. Una de las retiradas más emocionantes fue la de Manolo Martínez.

Morante de la Puebla

Lo que no es normal es lo de Morante de la Puebla, lo de quitarse uno mismo el añadido en el centro del ruedo. La tradición es que te lo quiten. Solamente recuerdo el caso de Rafael de Paula, en aquella tarde de arrebato en Jerez de la Frontera hace ya 25 años. También un cataclismo.

Hemos dicho que El Juli no ce cortó la coleta, tampoco Curro Romero, que hizo pública su retirada del toreo en un programa de radio. Una mamera más de las mil de colgar el traje de luces.

También hay tristes cortes de coleta. Como la del novillero, alguno hemos visto y reservamos su nombre con el respeto que hoy merece su pundonor, que tras una tarde de petardo en La Maestranza salía a las rayas y le pedía al mozo de espadas que le quitara el añadido.

Gente que se viste por los pies porque en el toreo, tanto desde lo más alto como en lo más bajo, una de las cosas más difíciles es saber irse.

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