La Mallorquina: 60 años de la gran aventura de Gervasio Urréjola en San Fernando

Este emprendedor montañés, que llegó a gestionar en la ciudad hasta tres locales de manera simultánea, convirtió a esta cafetería y confitería en un referente para generaciones

La parte mayoritaria de los propietarios de La Mallorquina de San Fernando quiere alquilar el local para que siga teniendo uso hostelero

Ilustración del proyecto de reforma de la confitería, que comparaba su apariencia original con el aspecto que tendría después de las obras. / Familia Urréjola

El pasado 28 de octubre se hubiesen cumplido 60 años desde que Gervasio Urréjola se convirtió en dueño de La Mallorquina. Lamentablemente, el repentino cierre definitivo de este negocio a principios de agosto hizo imposible celebrar un aniversario tan redondo. Pero este amargo final no ha hecho olvidar a nadie las razones por las que, con la familia Urréjola al frente, La Mallorquina llegó a ser todo un referente de la hostelería isleña y permaneció como punto de encuentro para generaciones y generaciones.

Varios nietos de Gervasio no han querido que esta efemérides pase desapercibida. Para ello, han compartido con Diario de Cádiz relatos, anécdotas e incluso alguna que otra valiosa fotografía procedente de su propio archivo familiar que ayudan a comprender mejor quien fue Gervasio Urréjola y como llegó a hacer de La Mallorquina parte de la cultura popular isleña.

Orígenes montañeses y espíritu aventurero

Sus nietos explican que su abuelo era uno de aquellos montañeses que emigró a San Fernando desde Cantabria para labrarse un porvenir y detallan algunos de sus principales hitos vitales antes de llegar a La Isla.

A este montañés no le asustaba el exigente reto que supone sacar adelante un negocio hostelero, ya que procedía de una familia con experiencia en este sector. Sin ir más lejos, sus padres, Baldomero y Josefa, regentaban una tienda-bar en la localidad cántabra de Oreña, municipio en el que, al igual que sus cuatro hermanos, nació nuestro protagonista, en su caso el 14 de abril de 1904.

Los padres y los cuatro hermanos de Gervasio (primero de pie en la derecha de la imagen) delante de la tienda-bar de la familia en Oreña. / Familia Urréjola

Es más, el propio Gervasio mostró desde bien joven un espíritu aventurero y viajero que, curiosamente, también pasó por la actividad hostelera. El mejor ejemplo de ello es que con apenas 26 años ya formase parte, como camarero, de la tripulación del buque a vapor ‘Alfonso XIII’ de la compañía Transatlántica. Gervasio se embarcó en 1930 en este buque, que cubría la ruta Bilbao-La Habana-Nueva York y que más tarde fue rebautizado como ‘Habana’ con la llegada de la Segunda República.

De hecho entre las fotografías aportadas por sus nietos se encuentra una imagen del registro de entrada de la tripulación del ‘Alfonso XIII’ en la neoyorquina Isla de Ellis, un lugar en el que se regulaba el acceso de inmigrantes a Estados Unidos y que es conocido por muchos gracias a su presencia en películas como El Padrino II. En este documento, Gervasio aparece en el octavo lugar del listado.

Imagen del registro de entrada de la tripulación del ‘Alfonso XIII’ en la neoyorquina Isla de Ellis, en el que Gervasio aparece en el octavo lugar del listado. / Familia Urréjola

Hasta 1936 estuvo trabajando para Transatlántica. Luego luchó en la Guerra Civil Española en el bando republicano.

A nadie se le escapa que el apellido de Gervasio tiene más de vasco que de cántabro. Y así es, ya que su abuelo Esteban, vizcaíno del municipio de Ochandiano, emigró a Oreña como consecuencia de la segunda guerra carlista.

El ascenso de una Saga hostelera en La Isla

Gervasio Urréjola llegó a San Fernando en 1942, acompañado de su esposa, Modesta, y de sus cuatro hijos: Luciano, Tomasa, Gervasio y Manuel. Y poco tardó el montañés en poner en marcha un pequeño imperio hostelero.

En primer lugar este emprendedor arrendó el Bar Las Delicias del Pasaje, situado en el paseo de San Carlos (hoy paseo Joly Velasco) al otro lado del andén de la antigua estación de tren. Hablamos de un local que frecuentaban muchos viajeros debido a su estratégica situación.

Poco después, Gervasio arrendó el local ubicado en el número 52 de la calle Real para abrir el Bar Madrid. Este fue su primer contacto con el centro de San Fernando en cuanto a hostelería se refiere. Dicho establecimiento lo ocupa hoy una entidad bancaria.

Y llegó La Mallorquina...

Y no se tuvo que ir muy lejos del Bar Madrid este emprendedor para encontrar un nuevo desafío, ya que en 1965 arrendó el local del número 42 de la calle Real para hacerse con las riendas de un establecimiento hostelero que ya estaba en marcha: La Mallorquina. De esta manera, a los 61 años de edad y después de más de dos décadas residiendo en San Fernando, Gervasio emprendió el que sería su proyecto más ambicioso.

Antes de la llegada de la familia Urréjola este centenario negocio, que echó a andar en 1908, pasó por la gestión de otras tres sagas familiares: las de los Quirós, los Peralta y los Valero.

La nueva etapa de La Mallorquina se inició el 28 de octubre de 1965, con un acto de inauguración que presidió el por entonces alcalde: Francisco García Ráez.

Bendición inaugural de La Mallorquina, con el por entonces alcalde Francisco García Ráez (izq) y Gervasio Urréjola (cent). / Familia Urréjola

Para marcar la diferencia con respecto a los periodos anteriores del negocio, Gervasio apostó por una profunda reforma de este establecimiento, que lució muy moderno para los estándares de la época. El principal cambio, que se mantuvo hasta el cierre, fue la instalación de una vidriera que ocupaba todo el ancho del local comercial y que permitía ver el interior del mismo.

Entre las imágenes aportadas por sus nietos se encuentra una ilustración que comparaba las apariencias de la fachada del edificio antes y después de estas obras de modernización. Un plano que procede del mismo proyecto de reforma de este local, que el documento ubica en la avenida General Franco, que era como se conocía entonces el tramo de la calle Real comprendido entre la plaza de la Iglesia y la alameda Moreno de Guerra.

Se da la particularidad, que gracias a su incansable trabajo, la familia Urréjola llegó a gestionar simultáneamente durante varios años La Mallorquina, Las Delicias del Pasaje y el Bar Madrid. Finalmente, fueron soltando los dos últimos negocios para concentrarse en el primero.

Imagen de la cafetería en 1965. / Familia Urréjola

Después de casi ocho años como arrendatario, Gervasio reforzó su apuesta por La Mallorquina comprando el 3 de agosto de 1973 no sólo el edificio en el que se encontraba el negocio, sino también la vecina finca del número 44 de la calle Real.

En la planta baja de este número 44, que actualmente ocupa una tienda de telefonía móvil, se situaba el Bar Isabela. El emprendedor convertiría este local en el salón de celebraciones de La Mallorquina, ampliando así la oferta de su negocio.

El antiguo salón de celebraciones del establecimiento, en Real 44. / Familia Urréjola

El éxito como emprendedor y el reconocimiento popular llevaron incluso a Gervasio a ser concejal y teniente de alcalde de la Corporación Municipal. Un logro añadido para este visionario montañés, que supo ver en San Fernando la perfecta oportunidad para que su familia prosperase y encontrara su lugar.

El resto es historia

Durante los casi 60 años que se han llevado al frente de La Mallorquina esta saga familiar supo convertir a esta cafetería y confitería en todo un referente. Y todo ello gracias a unos dulces, tartas y productos de elaboración propia que llegaron a ser los favoritos de muchos. Manjares que estaban presentes de forma habitual en la mesa de muchas reuniones familiares y de amigos y que son parte de la propia memoria gastronómica y sentimental de la ciudad.

Por otro lado, La Mallorquina también marcaba la diferencia gracias a una gran terraza. Un acogedor espacio cuyas mesas y sillas miraban a la plaza de la Iglesia y que contribuían a llenar de vida y actividad el centro de la ciudad, luciendo siempre llenas en cualquier época del año, ya hiciese frío o calor

Gervasio, su esposa e hijos en 1984. / Familia Urréjola

Afortunadamente, el futuro de esta finca podría no alejarse mucho de este recuerdo, ya que la voluntad de la mayor parte de la propiedad pasa por alquilar el local para su uso hostelero.

De esta manera, sólo el tiempo dirá si este rincón de San Fernando vuelve a ser lugar para dulces, cafés y buenos recuerdos.

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