Conferencia sobre el Maremoto de 1755 en el ciclo de Culturínsula de San Fernando

Las marcas perdurables

  • José Antonio Aparicio Florido clausura con su conferencia sobre los efectos en La Isla del terremoto de 1755 el ciclo Culturínsula

José Antonio Aparicio, durante su ponencia sobre el maremoto de 1755 en el Zaporito.

José Antonio Aparicio, durante su ponencia sobre el maremoto de 1755 en el Zaporito. / Ayuntamiento San Fernando

El maremoto de 1755 y sus efectos en la Isla de León es el nombre de la ponencia con la que José Antonio Aparicio Florido, licenciado en Filología Clásica y presidente del Instituto Español para la Reducción de los Desastres, cerraba hace unos días el ciclo Culturínsula que ha ofrecido a los asistentes a estas citas semanales en el Zaporito una aproximación a la vinculación entre el mar y la ciudad desde diferente temática. La ponencia con la que se clausuraba la propuesta cultural "sorprendió a los presentes" con una historia que nadie antes les había contado sobre el maremoto de 1755 e imágenes actuales de consecuencias de este desastre que no conocían y que todavía perduran.

Durante la cita Aparicio mostró, efectivamente, fotografías de marcas que dejó el maremoto en San Fernando que no han visto muchos ciudadanos por estar en lugares inaccesibles. En concreto, hacía referencia a los restos de la Vía Augusta que el maremoto dejó al descubierto entre la zona de Torregorda y Camposoto al arrastrar las arenas de las dunas. "Se construyó en el tránsito entre el siglo I antes de Cristo y el siglo I después de Cristo", matizó. Esta calzada –una vía elevada sobre dos muros con un pavimento superior, a modo del camino de la Caleta, ponía de ejemplo– se hizo en la época para poder caminar desde Cádiz hasta el barrio del Jarana y desde allí hasta Asta Regia y ya de ahí hasta el centro del Imperio. "No está entera, porque parte fue abatida por el maremoto, pero todavía se puede ver en la parte civil de la playa y en la parte militar", advirtió.

La conferencia se centró en los efectos del terremoto entre Cortadura y La Isla, un tramo donde los daños fueron muy visibles. "El mar se llevó las dunas, la arena, y se abrieron varias cortaduras, canales de agua de mar que unieron el Atlántico con el interior de la bahía", expuso José Antonio Aparicio. El ponente detalló los puntos en que se abrieron estos canales, que durante semanas imposibilitaron entonces el paso de personas, de carruajes y del ganado con el que se alimentaba la ciudad de Cádiz. "Impidieron cualquier tránsito con el riesgo de dejar a la ciudad de Cádiz desabastecida", abundó.

Durante su intervención Aparicio se refirió al trágico final que sufrió la gente que huyó de Cádiz para buscar refugio en La Isla de León al pensar que el terremoto solo afectaba a la capital. “No se sabe cuántas personas, se habla incluso de 400 ahogados en ese camino, murieron en estos puntos donde se abrieron las cortaduras”, señaló. Uno de los lugares fue el lugar conocido como la Garita de los dos Mares, lo que se conoce después como el Ventorrillo del Chato.

En Camposoto, donde estaba un puente de un solo ojo salvaba el río Arillo, que conectaba con La Isla fue otro de los puntos donde se abrió otro canal de agua. "Justo allí donde se pasaba a una zona elevada y segura como el Cerro de los Mártires es donde sorprende a la mayoría el maremoto, contó. El eco de ese suceso hizo que esa playa se conociera como la playa de los Ahogados.

"Fue emocionante ver que la gente pudiera identificarse con esta parte de la historia, que supieran que tienen unos restos que son difíciles de encontrar en otras partes de Europa donde también ha habido tsunamis", reconoce tras la experiencia José Antonio Aparicio.

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