Cuando volvemos

En estos días de tanta agitación política, he leído a Sevilla y también eso sucedía y era una verdad más honda

Me he pasado la vida leyendo a Pedro Sevilla. Pero ninguna lectura tan honda como la de ahora, cuando lo he vuelto a leer en Para cuando volvamos (Renacimiento, 2018), su recién reunida poesía completa. Quizá ha sido porque lo he leído por puro placer de lector. Sin esa ansia juvenil por aprender el secreto de la poesía de cuando yo empezaba y él me enseñó a escribir de la lluvia: «deshilaba el invierno la melena del agua». Comprendí que lo importante de la imagen, más allá de su plasticidad, es su sensualidad íntima. Después fui su editor y antólogo (en Todo es para siempre) y lo leí con bisturí y pinzas, apartando en la operación quirúrgica sin darme cuenta mi corazón.

Ahora lo he podido leer de nuevo y, sobre todo, de nuevas. Sólo cuando he cerrado el libro, tres días después, he sabido que le dedicaría una columna. Desde luego, por su ejemplar lección poética: cuánta soberana libertad en sus poemas, indiferentes a las modas, fieles a su verdad. Su evolución (pues el poeta evoluciona y crece) traza una límpida línea como «la cuchillada de luz de algunos versos». Pero también por la felicidad, tras el trance de las elecciones y sus análisis, del reencuentro con Pedro Sevilla. Él, que se define como «un poeta triste, comunista, hijo de campesinos», ha sido siempre una lectura cómplice de este carca recalcitrante; y está muy bien celebrar lo mucho y lo más que nos une. Además, en la campaña se han enumerado muchas cosas que están mal de Andalucía, que lo están, pero este poeta de Arcos, que dice que «escribir es sembrar», nos ha dejado, en su obra completa, un monumento de riqueza espiritual que también es un valor andaluz.

Pedro Sevilla dice de la luz lo que yo digo de Pedro Sevilla, que no en vano tiene un libro titulado La luz con el tiempo dentro: «No he podido sentir nunca tus dedos rubios/ sin la rara emoción de estar siendo tocado/ por algo verdadero». Él sabe, lo dice y demuestra lo que logra un poema: «no arreglará una vida cruel e inexorable,/ pero a ti te hace bueno, y triste, y misterioso,/ tres cualidades que, si bien te fijas,/ nacen de frecuentar a la hermosura».

«Y esa ha sido tu vida, no entender/ nada si no te entraba directo al corazón,/ si no te estremecían cuerpo y alma/ la belleza y su claro aturdimiento». Él se lo dice a él, pero yo me lo digo a mí. Gracias a Pedro Sevilla he entendido, directo en el corazón, estremecido, tantas cosas…

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