La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La vergüenza francesa

Hace 80 años las autoridades francesas realizaron la primera deportación de judíos en Europa Occidental

Hitler fue el catalizador que activó la reacción antisemita europea. Vivía más o menos larvada pero al convertirla Alemania abiertamente en política de estado muchos países europeos se sumaron con entusiasmo al exterminio, con Francia a la cabeza. Es un enigma histórico por qué países totalitarios aliados activos o pasivos de Hitler -caso de la Italia fascista y de la España franquista- nunca entregaron sus judíos a Alemania. Mantenían un discurso antisemita y en el caso italiano dictaron leyes de segregación, pero no deportaron a los judíos italianos o españoles pese a las presiones alemanas. Los judíos italianos fueron deportados tras el derrocamiento de Mussolini en 1943 y la posterior invasión alemana de Italia. Los judíos españoles, muy numerosos en el norte de África, nunca fueron entregados a los alemanes pese a sus presiones. Los franceses, en cambio, fueron entregados para su deportación y exterminio por las autoridades francesas de Vichy y por la policía francesa, sin apenas participación de las fuerzas de ocupación, en la zona bajo mando alemán.

Es una vergüenza que a Francia le ha costado muchos años reconocer. Por eso tiene especial importancia la exposición de fotografías inéditas -procedentes de una colección particular y tomadas por un miembro de la Propaganda Kompanie de la Wehrmacht- organizada en el Memorial de la Shoah de París que documenta la primera gran deportación de judíos en Europa Occidental que tuvo lugar en París hace 80 años, en mayo de 1941. Fue la llamada razia de la tarjeta verde tras la que 3.700 judíos refugiados en París fueron deportados, internados en dos campos cercanos a París y en 1942 conducidos a Auschwitz: los primeros que las autoridades francesas entregaron voluntariamente a los alemanes. En una de las fotografías el colaboracionismo tiene rostros y nombres: supervisan la razia Theodor Dannecke, jefe de la sección de la Gestapo encargada de la cuestión judía en Francia, y el almirante François Bard, prefecto de la policía de París. Fue una iniciativa francesa, ya que los alemanes aún no habían ordenado ninguna deportación en Europa Occidental. El terrible colofón, citado en el mencionado artículo, lo pone el historiador Laurence Rees en El Holocausto (Crítica): "La incómoda verdad es que las autoridades francesas persiguieron a los judíos porque decidieron hacerlo así, no porque se lo ordenaran".

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