Su propio afán
Senderos que se bifurcan
La aldaba
El secretario general de los socialistas extremeños, Miguel Ángel Gallardo, en un artista de la pista, con menos vergüenza que un gato en una matanza. Qué icono de la política del siglo XXI, qué ejemplar de catálogo, qué desahogado, qué experto del culebreo exprés, qué ingeniero de la estafa, que aspirante a trilero en la feria del pueblo, qué buen comercial de crecepelo. El esperpento que ha protagonizado al salir corriendo de la presidencia de la Diputación Provincial a la búsqueda desesperada del aforamiento que ya le proporciona el carguillo de diputado autonómico ha permitido que toda España conozca la calaña del sujeto. Y eso que en febrero negó la posibilidad de colarse como aforado para sortear la Justicia ordinaria y quedar en manos del Tribunal Superior de Justicia.
La mentira es flagrante, el decoro es inexistente y la falta de dignidad es palmaria. Ha salido como un conejo de campo al oír un escopetazo. ¡Y eso que Gallardo forma parte de los socialistas que prometieron la regeneración! La conducta del tipo es sencillamente impresentable, ahonda en el desprestigio de la vida pública y perjudica seriamente a un partido que jamás debería avalar una maniobra burda que revela la mala conciencia y el sentimiento de culpa del protagonista.
Los extremeños sufren un nuevo episodio de política de baja estofa. Ya soportaron las dos caras de María Guardiola: primero cuando se negó a pactar con Vox con un discurso inflamado y después cuando se retractó y tuvo que llegar a un acuerdo con los muchachos de Abascal. La actual presidenta autonómica se comió todas las bellotas de una vez. Nada como el poder para que los sapos entren a la primera, sin necesidad de un vasito de agua.
Pero hay que reconocer que lo de Gallardo es de traca, de sonrojo ajeno, como cuando trincaron a aquel célebre senador socialista votando con el pie en el escaño de un compañero ausente. ¿Trampa? ¡Un gesto cargado de ternura! A Gallardo habría que ponerle en bucle a la gran Jurado: “¡Miedo, tengo miedo!”.
Tal vez es que la necesaria humanización de la política era esto. España en el fondo soporta todo con la paciencia de los padres de familia con retoños díscolos: un presidente del Gobierno con la esposa imputada, el hermano en el banquillo de los procesados y el imprescindible apoyo de un señor que huyó de la Justicia escondido en el capó del coche. Mientras no falten los botellines fresquitos, perdonamos todo. España, una reserva de la misericordia.
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