El Palillero
José Joaquín León
Navidad de la Esperanza
EL Consejo de Ministros aprobó la reducción de la velocidad máxima en autovía de 120 kilómetros por hora a 110, pero un minuto después se había desatado un apasionado debate sobre el tocino. El tocino de la velocidad, por supuesto. El debate político está tan pringoso y gusta tanto de las adiposidades que en cuanto Rubalcaba habló de velocidad los contrincantes políticos entendieron tocino. ¿Cómo se puede confundir velocidad con tocino? Es una cuestión de voluntad. Es más, a estas alturas es prácticamente imposible que el Gobierno adopte una determinación (cualquiera) sin que la oposición jure que es una pella de pringue. La disminución temporal de la velocidad parece una medida cautelosa ante la situación del Magreb que los más optimistas consideran que reducirá el gasto energético y los más pesimistas que no. Pero no es sólo una cuestión interpretativa, qué va, sino política. Igual que el tabaco. Si la limitación del consumo público de sustancias cancerígenas se ha interpretado como una restricción de los derechos humanos, la desaceleración de los automóviles será la bomba de Hiroshima. A ver cuánto tarda en aparecer el equivalente al orangután del puro de Marbella llamando a la insubordinación civil y predicando el gasto libre de energía. De momento los partidos se han llamado los unos a los otros frikis. ¡Viva al tocino!
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