Turismo Cuánto cuesta el alquiler vacacional en los municipios costeros de Cádiz para este verano de 2024

Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

El que vale, vale

En lugar de invertir dinero en los sectores más desfavorecidos,la Diputación reparte vales para que la gente los gaste a voluntad

Ya se sabe que en Cádiz se aplica a rajatabla aquello de “lo que no cuesta, llena la cesta”. Gratis hasta cachetás. Un topolino cuesta un euro y medio, pero si lo regalan se forma una cola que recorre toda la calle Ancha. Antes la gente iba a pedir carteles de pescaítos o camisetas de cualquier cosa. Recuerdo una campaña electoral que se nos ocurrió regalar camisetas en el Paseo Marítimo. Se formó tal revuelo que tuvo que intervenir la Policía. Esto es Cádiz y aquí hay que trincar. Se forman colas enormes para tomar un pestiño que cuesta 50 céntimos, lo mismo para tres erizos o dos ostiones, la panizá, la gambada popular, las papas aliñás, el pescao frito... Como se cantaba: “Carnaval, Carnaval, qué de carajotadas”. El gañote vil, escribía Enrique Alcina, parece la esencia de la ciudad. A la gente le ponen un carnet del Cádiz a 90 euros la temporada completa y se quejan de lo caro que es el fútbol cuando le están regalando 20 partidos de Primera División. Es la naturaleza gaditana, qué le vamos a hacer. Pasó el tiempo en el que Cádiz era una ciudad culta y cosmopolita, por donde entraron en España las ideas liberales , el romanticismo y el modernismo, refugio de intelectuales, emporio del Orbe; ahora somos de la Hermandad de Gañotes Galvanizados. Todo el mundo lo quiere todo por la cara, aparcar gratis en la puerta de casa, que el Ayuntamiento ofrezca todo tipo de festejos si son gratis. En este sistema by the face la Diputación ha sintonizado con la población. En lugar de invertir el dinero en los sectores más desfavorecidos de la provincia, en servicios sociales, empleo o vivienda pública, reparte vales para que la gente se los gaste a voluntad. Empezó como una forma de ayudar a la hostelería, salvo que ya había pasado lo peor de la pandemia. En 2020 y 2021 tenía sentido ayudar a bares y restaurantes porque la gente no salía de casa. Ahora lo complicado es encontrar una mesa o que te permitan en cualquier restaurante prolongar la comida, aparte de los clavazos de costumbre. Aquellos vales, ante las quejas, se extendieron al resto de comercios. El PP, que entonces lo criticó, ahora lo ha puesto en marcha con algunos cambios: hasta el día 7, sólo en los municipios de menos de 40.000 habitantes. Conozco gente que el año pasado se cogió alguna tajá o se pegó una comilona a costa de la Diputación, para regocijo de LLORECA. A ver si hacen vales para cines, librerías y periódicos, sectores donde de verdad se necesitan ayudas públicas. El que quiera comer y beber, que se lo pague por mucho que lloren. Como cantaba la chirigota del Airon sobre los hosteleros: “A todos mis empleados les dejo las cosas claras, aquí yo soy el que llora y ustedes son los que la maman”.

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