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Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Parejas

Pasamos del matrimonio indisoluble a “mi compañera” y a “mi pareja”. Hay que señalar a los que conviven con nosotros

Cuando se hablaba de una pareja se pensaba en la Guardia Civil, que iban de dos en dos por los caminos con su capote y su tricornio. Ahora van en pareja con las motos. En otras circunstancias cuando se hablaba de pareja uno pensaba en el mus, el trofeo de la Piedra Cuadrá, todos esos torneos que había por las peñas gaditanas. Mis parejas fueron Víctor López y Ramón Pérez. Víctor organizó un campeonato mientras fungía de marinero de segunda en el Instituto Hidrográfico, el Trofeo de Mus Cementerio, por la casa donde vivíamos junto a lo que hace 40 años era el camposanto. Con Ramón de pareja hemos jugado en los sitios más insospechados. Una vez en la Sauceda vimos unas piedras que parecían alineadas para una partida y allí nos sentamos. Ahora pareja ha alcanzado otra significación: ya no hay novios, esposos , matrimonio... Ahora todos son “mi pareja” como el que va a dar un órdago a la grande, a la mano con un pimiento o, como decía mi padre, “al mus se murió el que me ganaba”. Llegué a tener un libro de Mingote maravilloso sobre el mus. Recuerdo que Pedro Boto tenía hasta unos garbanzos dorados y plateados que servían de amarrakos, en aquel lejano tiempo donde solo se emparejaban los animales. El lenguaje tiene esos misterios. Hace no tanto para hablar de la mujer de uno se decía “mi compañera” entre el rojerío patrio. El matrimonio era de esas instituciones caducas que era preciso suprimir, a pesar de que el comunismo siempre fue muy puritano, incluso después del mayo del 68 y el verano de las flores, el de haz el amor y no la guerra. Por aquel entonces camarada era el que compartía cámara, habitación. Compañeros decían los socialistas, porque es el que comparte el pan, un rango inferior en las relaciones militantes. Pasamos del matrimonio indisoluble a “mi compañera” y ahora a “mi pareja”. Debe ser, entre otras cosas, que con tanto divorcio, con gente que no se casa, de alguna manera hay que señalar a aquellos con los que se convive. Ahora solo el 20% del personal se casa por la Iglesia. En el Ayuntamiento se pusieron tan de moda que Pepe Blas era el oficiante de guardia. Llegó a publicar un libro con las homilías que les soltaba a los contrayentes. Yo, sin ir más lejos, casé en mi día a tres parejas, aunque dos de ellas se divorciaron al tiempo. Se ve que no tengo buena mano en esta y en otras tareas. La Iglesia Católica, con perdón para mi amigo Don Rafael, lo pone difícil porque hay pocos curas con lo que la espera se hace eterna. Por otro lado porque no admiten el divorcio, así que hay que pagar enormes cantidades para una anulación. O si no te tocaba el padre Araújo, que prohibía en la Pastora y en San Lorenzo que la gente tirase arroz. Lo pedía para repartirlo entre los más necesitados.

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