El Palillero
José Joaquín León
Navidad de la Esperanza
Llevo unos días completamente desquiciada con el transistor. Cuando me voy a la cama no logro encontrar el programa de César Vidal. Por más vueltas que le doy a la rueda no encuentro más que coplas de Carnaval. Lo peor es que no doy con la sintonía de la COPE y en vez de levantarme con Federico lo hago con Francino y ya me pongo de mal humor.
Pero lo de ayer fue terrible. En una de las vueltas que le doy al dial me encuentro con la voz amiga y cofrade de Carlos Alarcón retransmitiendo el concurso desde el Falla. Tu quoque, Bruto, fili mi, dijo César al verse apuñalado por su hijo. ¡Tu también, Carlos, hijo mío!, no tuve más remedio que exclamar al comprobar tanta traición.
Carlos de mis carnes. Tu sabes de lonchas y navetas, de talibanes y túnicas de ruán, de sahumerios y guardabrisas. ¿Tú qué haces rodeado de piojosos que solamente cantan ordinarieces?
Carlos, déjate de cupleses y estribillos y vuelve al pasopalio y a la carga al costal. Vuelve al buen gusto y al paladar.
¡Qué triste es comprobar cómo te abandonan hasta los más fuertes aliados! Pero yo pienso seguir inasequible al desaliento. Y a mis partidarios les digo, rememorando la película Casablanca:
¡Siempre nos quedará Pérez Sauci!
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