La tribuna

angel Tarancón

Más sobre el "problema catalán"

LA idea con la que se pretende explicar e, incluso, validarlo, idea defendida y jaleada también por la autodenominada izquierda catalana -Esquerra Republicana, Izquierda Unida y, con una simulada contención por el PSC-, es la del victimismo. Cataluña ha visto rota, frustrada, la promesa que los catalanes, según ellos, creyeron contenida en la Constitución del 78.

Pero tales esperanzas han sido burladas, de ahí -concluye- su legítimo derecho a quedarse o irse del Estado español.

Una tal premisa y una tal conclusión dichas sin más, es decir, sin entrar en el examen de hechos concretos y constatados, las convierten en sonados brindis al sol, de segura utilización política.

La Constitución del 78 dice lo que dice y entre otras cosas lo que dice es que su interpretación corresponde al Tribunal Constitucional, afirmación ésta al parecer peligrosa pero que fue votada también muy mayoritariamente por los catalanes.

Lo expuesto, exige por nuestra parte las siguientes consideraciones:

-España es el Estado unificado más antiguo de Europa.

-Sobre la naturaleza federal y no meramente regional de la España que configura la Constitución del 78 no suelen existir dudas entre los constitucionalistas, que coinciden en subrayar las altas cuotas de autogobierno alcanzadas y que resultan, no de elucubraciones teóricas, sino de algunos datos significativos de carácter material. Por ejemplo, los relativos al grado de reparto del gasto público entre el Estado y las Autonomías; los porcentajes relativos de empleados públicos en unos y en otras; la cantidad e importancia cualitativa de las materias que han sido objeto de descentralización (así, la Sanidad y la Educación); la propia naturaleza política de este desarrollo autonómico competencial (no sólo meramente ejecutivo sino también legislativo), etc.

Los nacionalismos catalán y vasco -los ricos de la familia- no han tenido nunca como meta última la resultante de la Constitución del 78, sino la independencia. Pero el nacionalismo no es algo natural ni tampoco está inscrito en las condiciones previas de la vida social en general.

"Los estados -dice el filósofo Pep Subirós- existen. Las naciones no existen: son existidas. La nación, como comunidad de orden superior a la suma de individuos de una sociedad, es un producto del nacionalismo. Sin nacionalismo no hay nación".

Ello no significa que las reivindicaciones de los nacionalistas sean políticamente irrelevantes por estar basadas en una inventio, porque lo que importa es, si dadas unas determinadas y discriminatorias condiciones socioeconómicas por las que una colectividad atraviesa o se le predica que padece hasta su asunción como firme creencia, pueden hacer que la idea parezca irresistible en vez de absurda.

¿Y cuál es el hecho motor que realmente se está utilizando ahora para sustentar el nacionalismo independentista catalán?: el que son víctimas de la agresión y el saqueo permanente del resto de España.

A la burguesía catalana, responsable de la actual apertura de compuertas de la riada nacionalista que, ya veremos si, finalmente no resulta arrastrada por ésta, no se le ocurrió ni por asomo pregonar nacionalismo alguno cuando, por ejemplo, el franquismo, del que se convirtieron en sus principales valedores, le brindó, con su dogma de la autarquía autonómica, la posibilidad de colocar sus invendibles manufacturas en el único mercado en que ello resultaba factible: el del resto de España o cuando, en la misma época, aquella "avispada" burguesía, con el beneplácito de la burguesía agraria andaluza, única fuerza económica de algún relieve existente en nuestro Sur, entró a saco en el ahorro acumulado por los terratenientes andaluces para acelerar el montaje en Cataluña de una industria que atendería las elementales demandas del resto de España. Este expolio sí que podría haber sido una justificación para que Andalucía se hubiese separado de Cataluña.

Y ahora, ¿qué exigencia encabeza la auténtica representación política de aquella burguesía? Pues ahora, partiendo del supuesto de que puede disponer ya (?) de un mercado grande -el europeo- con un más que notable potencial económico, lo que propone a los votantes catalanes -con el asentimiento de aquella izquierda oportunista y del, también oportunista PSC, de los que ha desaparecido la elemental idea de solidaridad-, es que Cataluña -en expresión de alguien que, aunque siempre antifranquista y de izquierdas y con una clara relevancia en el mundo cultural catalán, está siendo, como mínimo, denostado por ello- "se quiere comer sola la tortilla hecha con huevos aportados por el resto de España".

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