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Yo te digo mi verdad

El presidente mentiroso

El gobierno de Aznar demostró tras el 11-M que su primer interés, que debía ser la verdad, era perpetuarse en el poder

Cuando en estos días (en realidad en todos los días desde que se produjo la subida de Pedro Sánchez al poder) los líderes del PP insisten en la terrorífica idea de que el país está en “emergencia nacional”, desacreditan al Congreso desfavorable para ellos y realzan el Senado en el que tienen una cómoda mayoría, rebajan la importancia del Gobierno central para pregonar que un supuesto “Ejecutivo paralelo” de las autonomías es el realmente legítimo, y repiten su machacona idea de que el actual es el peor inquilino que la Moncloa ha tenido en su Historia y por supuesto el más mentiroso, no puedo dejar de pensar en quién la habitaba hace justo 20 años, cuando España sufrió el peor ataque del terrorismo, un 11 de marzo de terrible e imborrable recuerdo.

En aquel entonces, José María Aznar y todo su Gobierno, asustados por las nefastas consecuencias electorales que podrían tener para su partido esos atentados, decidieron mentir a todo el país atribuyendo a ETA la matanza, a pesar de que desde el primer momento los indicios, las opiniones de los expertos e incluso las advertencias de los aliados extranjeros expresaron muchas dudas sobre eso, y casi inmediatamente su certeza de que los autores pertenecían al terrorismo islámico.

Seguramente, los gobernantes del PP pensaron que el pueblo español achacaría las bombas en los trenes a una venganza por la también mentirosa decisión de Aznar de meternos en la guerra injusta contra Iraq un año antes, y que se lo haría pagar en las urnas. Y, presa del pánico a la derrota, pensaron que era mejor colgarle los muertos a la banda terrorista vasca para así defenderse de una presunta responsabilidad en los atentados. De esta manera el gobierno de entonces sólo demostró que su primer interés, que debía ser la verdad sobre tan trágico hecho, era el perpetuarse en el poder.

Seguramente, al Partido Popular le habría ido mejor en las urnas si hubiera reconocido que el ataque venía de los radicales de la guerra santa y hubiera utilizado esa realidad para defender que habían hecho bien al atacar el país de Sadam Hussein, auténtico enemigo de Occidente. Pero tras el revés electoral, y retorciendo el argumento, el partido de derechas se dedicó a acusar al socialista de haber ganado aquellas elecciones de tres días después de la masacre aprovechándose de la desgracia nacional, cuando la realidad era que los populares las perdieron por su empeño en mentir a un pueblo que no se dejó engañar.

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