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Rafael Sánchez / Saus

El pijorrojo

07 de abril 2008 - 01:00

POR tierras de Murcia y de Albacete es muy empleada la palabra "pijo" como interjección o expresión ya apenas malsonante, aunque a nadie se le escapa su origen, que es el que recoge la cuarta acepción del Diccionario de la Real Academia: "miembro viril". Un tonto del pijo, o simplemente "tonto el pijo", es todo aquel que une afectación a la estupidez, y deben ser muchos los así dotados por la naturaleza a tenor de la frecuencia con que se aplica el dicterio. Sin duda, de ahí se pasó a la acepción de pijo que hoy es la primera en el Diccionario y común en toda España: persona "que en su vestuario, modales, lenguaje, etc., manifiesta gustos propios de una clase social acomodada".

El hallazgo lingüístico de "pijorrojo" con el que me topo en una durísima nota dedicada por el Sindicato Unificado de Policía al ministro Fernández Bermejo, tiene tal fuerza descriptiva de la progresía dominante en la política y la cultura españolas que me parece está destinado a hacer fortuna, pero su adecuación general no le resta capacidad para perfilar de un solo trazo al sujeto particular. En efecto, Bermejo, además de lucir tan colorido apellido, ha hecho alarde en más de una ocasión de su condición ideológica y sentimental de rojo, aunque eso no parece importarle a la hora de maltratar a los trabajadores a su cargo, como reiteradamente han denunciado los funcionarios a los que tiene soliviantados. Pero es que, además, el ministro resulta ser un pijo de cuna según podemos leer en la amplia biografía que le dedica Wikipedia, que comienza así: "Nació en Arenas de San Pedro (Ávila) en 1948, en el seno de una familia acomodada. Su padre era el jefe local del Movimiento Nacional de dicho pueblo". El pijo que se hizo rojo sin renunciar a ninguna de las ventajas de su primer y perdurable carácter, el pijorrojo de la nota del SUP, es un fenómeno sin el que la transición resulta sociológicamente incomprensible. Si a ese núcleo de la oligarquía actual unimos los rojos de siempre seducidos por el pijerío tras pisar la moqueta de los despachos, el feliz hallazgo policial puede describir a casi toda la actual clase dirigente. Como sucede siempre, la realidad social ha terminado troquelando la palabra definitiva.

Cuesta creerlo, pero pijorrojo es lo más simpático que el SUP llama al ministro en su nota, al que acusa de "soberbia e indecencia moral" a raíz de las inauditas declaraciones de éste tras el penúltimo desaguisado judicial, que ha puesto en la calle a un miembro del GRAPO condenado previamente a treinta años de cárcel por el asesinato de un policía. "Nunca un ministro de Justicia se ha pronunciado con tanto desprecio hacia la vida de un policía" claman los indignados funcionarios. Sociolisto (sic), bronquista tabernario y defensor de terroristas, así como suena, le llaman entre otras lindezas. ¡Buenos estamos!

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